Argumento de la Divina Comedia:Explicación y Resumen de la Obra
Explicación del Argumento de la Divina Comedia
Dante, nacido en Florencia en mayo de 1265, era hijo de Alighiero di Bellincione d'Alighiero y de Bella.
Se casó con Gema Donati y tuvo tres hijos: Jacobo, Pedro y Antonia.
De figura y rostro delgados, ruda la fisonomía por sus facciones fuertemente marcadas y por sus ojos encendidos de aguda inteligencia, era de temperamento muy propenso a la melancolia y meditación, por ello prefirió en su juventud la compañia de músicos, pintores y poetas.
"En sus obras el Gran Florentino enlazó la doctrina con el arte. . .; cantó las cosas más bellas de la vida, los altos pensamientos de los hombres, los más grandes secretos de las almas. El nombre del divino poeta vuela y penetra en el futuro de los siglos como la gloria del Capitolio y el nombre de Roma." (Del discurso sobre "La obra de Dante" pronunciado por el poeta Carducci, en Roma, el 8 de enero de 1888.)
A Dante Alighieri, este nombre que nadie ignora, este coloso de la literatura mundial que, a la distancia de más de seis siglos, suscita aún la admiración de un sinnúmero de estudiosos y de cultores de la poesía, no podemos imaginarlo niño o adolescente.
Tan poderosa es la figura del hombre maduro, tan profundas sus penas, las pasiones, los conceptos filosóficos que emanan de su obra cumbre: La Divina Comedia, que casi dudaríamos en atribuirle la tierna edad de los juegos y de la ignorancia.
Nacido en Florencia en el año 1265, vástago de la noble familia de los Alighieri, Dante heredó de su aristocrático origen el sello altivo, el orgullo y la arrogancia de un verdadero gentilhombre; y como tal, sus padres quisieron que él y su hermano Francisco fueran educados, aunque de la noble estirpe había quedado sólo el nombre y desaparecido su esplendor económico.
Dante estrechó las primeras amistades y armonizó los primeros juegos con los hijos de las familias patricias de Florencia; con ellos se adiestró en el manejo de las armas y en el conocimiento de las artes y de las ciencias.
Adolescente, poco inclinado a los negocios, a los que el padre se había dedicado para restaurar las finanzas de la familia, Dante prefirió los estudios de las ciencias y de las letras; aprendió profundamente el latín, siendo alumno de Brunetto Latini, poeta y letrado de gran fama ante los florentinos, y por último se cree que completó sus estudios en las universidades de Bolonia y Padua.
Esquema del infierno, el purgatorio y el paraíso
► DESCRIPCIÓN DEL ARGUMENTO DE LA DIVINA COMEDIA:
El pesar por la muerte de Beatriz, el deseo de exaltar sus virtudes, la indignación ante las injusticias y la violencia, el anhelo de señalar a los hombres el camino del bien, habiéndoles de los premios y castigos de la vida de ultratumba, incitaron a Dante a escribir durante diez años esa obra extraordinaria que él, modestamente, tituló Comedia.
Más adelante, por iniciativa de su primer gran comentarista, Juan Bocaccio, fue añadido el calificativo de Divina, queriendo así destacar el carácter sagrado del poema.
La Divina Comedia encierra, además de la suma de los pensamientos filosóficos y morales de la vida cristiana, páginas de elevado lirismo, y es considerada una de las obras más acabadas y hermosas del arte poético universal.
Anteriormente, otros escritores trataron el mismo argumento; mas Dante, aunque se inspiró en ellos, los superó por la vastedad y complejidad de su creación.
Imitò a los escritores antiguos y medievales tomando de instruir e inculcar profundas enseñanzas morales.
Pero la Divina Comedia contiene páginas incomprensibles para quienes no conozcan la historia antigua y medieval, y las concepciones filosóficas teológicas elaboradas hasta entonces.
Por ese motivo, la explicación y el comentario del poema fueron una necesidad y preocuparon a muchos estudiosos, desde la primera publicación de la obra hasta nuestros días.
Se cree que Dante empezó a escribir la Divina Comedia alrededor del año 1307, aunque algunos cronistas sostienen que fue tres años más tarde.
Una vez concluida, fue añadiendo nuevos episodios y llegó así a producir una de las mayores obras en verso.
Está dividida en tres partes: El infierno, El Purgatorio y El Paraíso.
Cada una consta de 33 cantos de unos 150 versos trímetros; incluye además un proemio al canto de El Infierno.
Infierno, Canta III. En la entrada del Infierno, Dante y Virgilio observan al barquero Caronte que conduce las almas de los muertos al otro lado del Estigio.
Cuenta el autor que, encontrándose en una selva lóbrega, y habiendo sido agredido por una pantera, un león y una loba, se le apareció de pronto Virgilio quien se ofreció a guiarlo, a través del Infierno y del Purgatorio, hasta el Paraíso Terrenal; allí, Beatriz lo llevaría a la presencia de Dios.
Solamente así podría evitar las asechanzas de la selva, símbolo de los errores, y salvarse de aquellas fieras, símbolo de los mayores pecados humanos: la lujuria, la soberbia y la avaricia.
Así empieza la gran aventura.
El Infierno, según la concepción dantesca, se abre como un abismo en el centro de la tierra. Lo rodean los ríos malditos de corrientes mortíferas como el Aqueronte, el Flegetonte y el Estigio.
Hay allí acantilados inaccesibles, valles de los que no se vuelve, riscos impracticables, verdaderas cornisas tendidas sobre abismos; en las tinieblas, los condenados purgan sus penas, mientras una multitud de demonios y monstruos que Dante tomó a menudo de la mitología, cuidan de que los pecadores no gocen un solo instante de reposo.
Minos, el antiguo rey cretense, famoso por su legendario sentido de la justicia, es el guardián supremo del Infierno.
Acrecienta el dramatismo de la visión el hecho de hallar entre los condenados a personajes históricos conocidos, cuya evocación confiere un tono realista a la fantástica descripción.
Canto VII En el 4° Círculo, Dante y Virgilio observan a los avaros y a los pródigos condenados a vagar en las tinieblas
empujando grandes piedras.
En el Anteinfierno, el poeta coloca a los que vivieron sin vicio ni virtud y persiguen una meta inalcanzable, hostigados permanentemente por avispas.
El castigo tiene por objeto recordarles su antigua inconstancia y la veleidad de sus opiniones. Siguen los paganos y los no bautizados, que no conocieron la palabra de Cristo, y por tanto no merecen gozar de la visión divina, aunque tampoco deben sufrir los terribles castigos del Infierno.
Dante, apoyándose en la más genuina tradición evangélica, los coloca en el Limbo, lugar de apacible paisaje, límpidos ríos y verdeantes prados, de donde no puede contemplarse el Paraíso.
Ante los ojos de Dante y Virgilio, desfilan las interminables columnas de los condenados.
Primero, los lujuriosos, en el segundo círculo, arrastrados por un huracán que les recuerda su vida dedicada a las pasiones; en el tercer círculo, los golosos, sumergidos en el lodo y obligados a ingerir el nauseabundo producto que les recuerda los deliciosos manjares ávidamente buscados durante su vida ; los avaros y los pródigos están en el cuarto círculo.
Su castigo consiste en arrastrar enormes piedras: los primeros por haber amado demasiado los bienes terrenales, los segundos por no haber sabido apreciarlos.
Finalmente, el poeta y su guía, a pesar de las Furias Infernales que intentan impedirles la entrada, penetran en la ciudad de Dite, donde se castigan los pecados más graves.
Aquí, en sepulcros abrasados, Dante coloca a los herejes.
Entre éstos surge primero un jefe gibelino, el orgulloso Farinata degli Uberti, y luego Cavalcante dei Cavalcanti, padre de Guido que había sido antaño amigo y compañero de Dante.
Canto X. 6° Círculo. Entre los herejes que surgen de los sepulcros en llamas, un jefe gibelino, el orgulloso Farinata degli Uberti, se levanta para increpar severamente al poeta y predecirle su exilio.
En la primera sección del séptimo círculo, custodiados por el Minotauro, se castiga a los que cometieron actos de violencia contra la humanidad; entre ellos, el poeta coloca a los tiranos de la antigüedad, a los tiranuelos medievales y a algunos bandidos.
Los centauros los vigilan permanentemente y los sumergen en un río hirviente de sangre.
En la segunda sección del séptimo círculo, una visión horrible se presenta al poeta.
Aquí se castiga a los suicidas; por haber despreciado el don de la Vida, fueron transformados en árboles y malezas. Justa condena para los que no supieron hacer frente a las responsabilidades que impone la condición humana.
En el octavo círculo, dividido en diez simas, reciben un castigo distinto los seductores, aduladores, simoníacos, adivinos, estafadores y consejeros mentirosos.
Canto XXXIII. 9º Círculo. Entre los traidores a la patria, Dante encuentra al conde Ugolino que relata cómo fue encerrado en la cárcel con dos hijos y dos nietos, condenados todos a perecer de hambre.
Entre estos últimos se hallan Ulises y Diómedes, envueltos en una llama que los consume: ambos urdieron la toma de Troya valiéndose del engaño.
Numerosos episodios enriquecen los últimos cantos de El Infierno.
A medida que nos acercamos al centro de la Tierra, las faltas que se expían son más graves, los castigos más atroces; y la narración del poeta se torna más fantástica y sugestiva.
Los dos viajeros salen del Infierno por una abertura que da sobre el hemisferio opuesto a aquél en que estaba la entrada.
El acceso al Infierno se hallaba en las proximidades de Jerusalén, en el hemisferio boreal; al volver a la luz, se encuentra en una isla desconocida, situada en un lugar indeterminado del océano del hemisferio austral.
La belleza natural, la hora matutina, todo parece anticipar un viaje más sereno que el anterior.
Éste es el Purgatorio donde la certeza de llegar un día a presencia de Dios impregna todas las cosas de serenidad y recogimiento.
Canto XIII. En la segunda cornisa donde se expía el pecado de la envidia, Dante y Virgilio encuentran a una mujer de Siena que tiene los párpados cosidos.
Ya los primeros cantos, que describen el encuentro con Catón, el venerable anciano guardián del lugar y la llegada de unas almas penitentes guiadas por un ángel, sugieren que las penas del Purgatorio no tendrán la severidad de las del Infierno.
En el Antepurgatorio, esperando poder entrar en el Purgatorio y allí expiar los antiguos errores, Dante encuentra a los excomulgados y a los que descuidaron el cumplimiento de los deberes religiosos.
En un valle destinado a los príncipes y también situado en el Antepurgatorio, Dante descubre a Corrado Malaspina, miembro de una noble familia que había acogido al poeta en repetidas ocasiones.
Al disponerse a subir el camino de las siete cornisas, donde las almas expían sus pecados, Dante reconoce humildemente que él también es pecador, culpable de grandes y pequeñas negligencias, al igual que las almas allí presentes.
Entonces resuelve cumplir el viaje en calidad de penitente e imagina que un ángel graba en su frente siete P, simbolizando así los pecados capitales.
A medida que pase las cornisas, otro ángel irá borrando una de esas letras, y así, al terminar el viaje, el poeta podrá considerarse limpio de todo pecado.
En la primera cornisa, los soberbios suben la escarpada pendiente, bajo el peso de enormes piedras; en la segunda, los endiviosos yacen con los párpados cosidos; en la tercera, los iracundos andan a tientas en una nube de humo; en la cuarta, los irascibles corren sin tregua; en la quinta, los avaros están echados de bruces sobre la tierra recordándose unos a los otros los episodios del Evangelio en que se exalta el amor al prójimo y se condena la misantropía; en la sexta, los golosos sufren hambre; y en la séptima, los lujuriosos caminan en el fuego.
Finalmente, Dante llega ante el umbral del Paraíso cuya custodia está confiada a Matelda, tierna figura femenina.
Llegó el momento de separarse de Virgilio, poeta pagano que debe volver al Limbo.
Mas, he aquí que aparece Beatriz, radiante de luz divina. Se acerca al poeta, lo toma de las manos, y juntos empiezan la ascensión a los nueve cielos que están bajo el Empíreo.
Empieza para Dante el último viaje, aquél en el que recorrerá el Paraíso. El poeta logra, con la perfecta armonía de sus versos, describirnos admirablemente los paisajes, el clima y los colores de un mundo maravilloso.
El Paraíso es la parte del poema que, favorecida por el argumento, pone de relieve las extraordinarias condiciones poéticas de Dante, sin desestimar las trascendentales disquisiciones teológicas y filosóficas que contiene.
Creyéndose señalado por la gracia divina, y por tanto en condiciones de penetrar la verdad, Dante fórmula muchas preguntas a Beatriz y a los bienaventurados que encuentra en los nueve cielos.
Todas las contestaciones están de acuerdo con los principios teológicos fundamentales.
Beatriz le explica el principio que rige el Universo donde cada cosa creada debe cumplir su misión, la teoría del libre albedrío, y los problemas concernientes a los votos.
Canto XXXI. Llega al Empíreo en compañía de San Bernardo, y ve una inmensa rosa formada por los bienaventurados, en
cuyo centro aparece la luminosa visión de la Virgen María.
El paisaje va tornándose cada vez más resplandeciente y los coros de almas y de ángeles previenen a Dante que ha llegado el momento tan anhelado.
En el Empíreo, entre un mar de luz sembrado de ángeles, ve una inmensa rosa, formada por los bienaventurados.
Entre ellos aparece la luminosa visión de la Virgen María, y, por encima de todos, en un resplandor enceguecedor. en forma de tres círculos de fuego, la Santísima Trinidad. Aquí termina el poema.
Se inició con la descripción de un mundo tenebroso sumergido en el pecado y culmina con la visión de Dios, el Rey de la Luz.
Nunca poeta alguno pudo, como Dante, abarcar con su fantasía un mundo tan vasto, y ser, al mismo tiempo, poeta expresivo del pecado y admirable cantor de la gracia.
Fuente Consultada:
LO SE TODO Tomo IV Editorial Larousse - Biografías: Dante Alighieri y La Divina Comedia -
Enciclopedia Electrónica ENCARTA Microsoft
Historia Universal de la Civilización - Editorial Ramón Sopena Tomo II del Renacimiento a la Era Atómica
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