Biografia de Paolo Caliari:El Verones-Pintor Renacentista
Biografia de Paolo Caliari "El Verones" Pintor Renacentista
Paolo Caliari, El Veronés: Nació en Verona en 1528 y murió en Venecia en 1588. Se le considera, al par que uno de los más grandes artistas italianos, el más arbitrario y paradójico de sus pintores.
Siguiendo las prestigiosas huellas dejadas por Giorgione y Tiziano, los pintores venecianos del siglo XVI ofrecieron una imagen poética y suntuosa de su ciudad, en este caso nos referimos a Paolo Caliari.
Hijo de un escultor, estuvo iniciado en este arte en su infancia, pero siendo su verdadera afición la pintura, a ella se dedicó, siendo sus maestros su tío Badile y Juan Carotto.
Aprendió el dibujo copiando estampas de Alberto Durero y Lucas de Leide. Muy joven aún, empezó a adquirir fama y a recibir encargos, y así pudo abrirse camino y llegar a Venecia a la edad de veinticinco años, precedido ya de renombre.
Con tal bagaje de referencias, y dotado de precocidad, pasó a Venecia, donde en 1553 realizó pinturas en el Palacio Ducal, en colaboración con Poncliino, un maestro mediocre.
El ambiente veneciano determinó en él rápidos avances en el color y la composición y en el afinamiento de su natural elegancia, bajo los estímulos del Tintoretto y, después, del arte de Tiziano.
Sus frescos en la iglesia de San Sebastián (1555) demuestran cómo había ya evolucionado su estilo, en el retrato y sobre todo en las grandes composiciones narrativas bíblicas, hasta llegar a su etapa más personal (alrededor de 1570), en la que produjo sus más famosas obras, como el Banquete en casa de Levt (hacia 1573), pintura que le enfrentó a la Inquisición y en la que aparece retratado.
De pocos años después (1582) es la obra de reducidas dimensiones que aquí se reproduce.
Corresponde a un momento en que el pintor prefería iluminar sus cuadros con una serena luz de media tarde, que favorecía la suprema elegancia de los indumentos femeninos, en correspondencia con la opulencia de los ambientes naturales en que situaba sus asuntos.
Por todas estas conquistas que supo agregar a su estilo y por su elegante naturalidad, El Veronés merece ser considerado como la ultima gran figura del esplendoroso período de madurez renacentista en la escuela pictórica de Venecia.
Formado en su patria bajo el maestro Antonio Badile, perteneciente a una familia de artistas que seguían una tradición artesanal, Paolo Caliari destacó pronto en Verona entre el grupo de jóvenes que seguían las directrices del "manierismo".
Fue arbitrario y fantástico en la representación de los personajes que figuraban en sus lienzos, pero de una gran personalidad y robusto temperamento.
Interpretó la vida en sus más bellos aspectos y, precisamente, mirando a esta finalidad, no se cuidó de la exactitud histórica, incurriendo en anacronismos con tal de hacer su obra agradable.
El arte barroco del Veronés ofrece un ancho campo a la admiración. Los críticos le han tildado muchas veces de superficial, porque no hallaban en él, como en el Tintoretto, pongamos por caso, las torturas de un alma en busca de sus mayores incógnitas.
Sin embargo, su superficialidad radica en el hecho de que no quiere expresarnos nada intelectual, sino tan sólo el modo de embellecer y transfigurar la vida, en una pintura franca, comprensiva y abierta a todos los públicos.
Una pintura para exaltar la pura alegría de vivir, que se reconoce en la armonía de la composición y en el brillar de los colores, con entonaciones que el Veronés hizo únicas.
Tanto fué así, que jamás tuvo preocupaciones arqueológicas; cualquier tema bíblico fue motivo para desparramar sus luces de festín, enmarcadas por el formidable aparato de sus estructuras arquitectónicas.
Nacido en el seno de una familia artesana, pues su padre Gabriel era escuadrador de piedras, Paolo demostró muy pronto sus aptitudes artísticas, que se desarrollaron y afirmaron en el taller de dos pintores de segunda fila, Antonio Badile y Domingo Brasasorci.
Su pintura fue un reflejo de su carácter señorial, jovial y bondadoso, aunque entero y digno.
Su producción fue profusa, pues aunque usaba un convencionalismo bien notorio en sus composiciones, éstas gustaban, sin embargo, mucho, por su armonía y genialidad en la ejecución.
Entre sus muchas obras se cuentan las Bodas de Cana, de considerables dimensiones y en las que figuran ciento treinta y dos personajes, la Comida en casa de Simón, la Comida en casa del leproso y la Comida en casa del fariseo.
Establecido definitivamente en Venecia, la vida del Veronés es la vida de sus obras sucesivas.
De 1563 es la más famosa de sus cenas, La cena en casa de Leví, en la que brilló como nunca su capacidad escenográfica. También fueron notables, por lo que se sabe, los frescos de los palacios de Venecia, que luego destruyeron las emanaciones de los canales; de lo que debían ser, nos dan una muestra los frescos que pintó en Fanzolo, en Thiena, en Maser, en las villas de Tierra Firme.
Los encargos de la Serenísima llovieron sobre su persona. Después del incendio de 1576 pintó numerosas telas para el palacio ducal, junto con otros artistas, como el Tintoretto y Palma el Joven.
En este aspecto, lo más notable de su producción son las pinturas de la Sala del Consejo Mayor.
Siempre intentando mejorar su arte, ávido de las innovaciones, aunque firme y seguro en su personalidad creadora, el Veronés continuó trabajando en Venecia hasta su muerte, acaecida en esa ciudad el 9 de abril de 1588.
El proceso contra Veronese. Para la Inquisición, esta interpretación de la Ultima Cena apareció como demasiado libre y provocadora.
Con el fin de excusar sus libertades iconográficas (el pintor colocó en primer piano soldados alemanes, perros, enanos y un bufón sosteniendo un loro), Veronese dio esta célebre respuesta:
"Nosotros los pintores gozamos de las mismas licencias que los poetas y los locos. (…) recibí el encargo de decorar el cuadro según mi propio gusto. Como es grande, me pareció que podía contener numerosos personajes".
El problema se resolvió mediante un compromiso: al final del proceso, el artista debió cambiar el título del cuadro por La cena en casa de Levi.
VENECIA DE LA ÉPOCA: A comienzos del siglo XVI, Venecia se encontraba rodeada de amenazas.
En 1508, Julio II consiguió alinear contra la ciudad a los reyes de Francia, España y Hungría, a los duques de Saboya, a la temible familia de los Habsburgo y a numerosas ciudades italianas, entre ellas, Florencia y Ferrara. También en el mar, Venecia vio su hegemonía disputada por turcos, españoles y portugueses.
A pesar de todo, la ciudad nunca fue tan rica, ni sus instituciones tan sólidas, ni su civilización tan resplandeciente.
A lo largo del siglo, la Serenísima tuvo un fuerte crecimiento industrial, volvió a adueñarse de sus tierras agrícolas y gozó de un extraordinario desarrollo artístico.
Los encargos del Estado, de la Iglesia y de las scuolai se multiplicaron y permitieron a muchos artistas, alejados del foco artístico romano, inventar nuevas soluciones pictóricas.
Fuente Consultada:
Cien Obras Maestras de la Pintura Bibilioetac Basica Salvat
Enciclopedia Electrónica ENCARTA de Microsoft
Historia Visual del Arte de Editorial Larousse