Biografia de Senaquerib Rey de Asiria
Biografía del Rey Senaquerib
Castellanizado Senaquerib (Sin ajer-irba, «oh dios de la luna, aumenta mis hermanos») es una figura extraña y sorprendente en la historia de Asiría.
Nos gustaría poseer más detalles sobre las circunstancias de su vida que no las solas relaciones oficiales. Pues si sobre su cabeza alienta la tragedia y en su corazón anida una ferocidad inaudita, en cambio otros aspectos nos lo revelan como un hombre entusiasmado por la naturaleza.
En efecto, el probable instigador del asesinato de su padre Sargón II, el destructor de Babilonia, el ejecutor de millares de víctimas, el hombre de la cólera arrebatada, fue un enamorado de las plantas y de los animales.
En su palacio de Kuyundshik, al Sudoeste de Nínive, reunió el primer parque zoológico de la historia, y en sus bellísimos jardines cultivó las plantas y los árboles frutales exóticos y raros.
Fue el introductor del cultivo del algodón en Mesopotamia. Asimismo, los relieves de la época nos lo presentan como escalador de montañas, el primer alpinista que jamás haya existido.
Como monarca, su paso se reveló por una estela de Sangre y de furor. Para sujetar a la rebelde Babilonia, unas veces sublevada por un caldeo y otras por un nativo del país, Senaquerib tuvo que emprender varias campañas.
En 703 un usurpador, Marduk-zakir-schumi, se apoderó del gobierno babilónico, pero al cabo de pocos días murió a manos de Mardukapalidina, probablemente el mismo personaje caldeo de la época de Sargón II.
Senaquerib acudió con un ejército poderoso, derrotó al caldeo, a pesar del auxilio que éste recibió de Suthruk-Narkundu, rey del Elam, e instauró en Babilonia la regencia de Belibni, un indígena educado en Asiría (702).
En aquella ocasión, Senaquerib cortó muchas cabezas y deportó 200.000 babilonios a otras tierras. Pero estas medidas no fueron suficientes, ya que en 599 se produjo una nueva insurrección, fomentada por Marduk.
Senaquerib deshizo a los conjurados, destituyó a Belibni y nombró gobernador a su propio hijo Asur-nadin-schuml. Para acabar con el peligro de Marduk y del Elam emprendió una campaña por la costa del golfo Pérsico, cuyo resultado fue extirpar para siempre el poderío de los caldeos (694).
Pero, mientras tanto, el nuevo soberano de Elam, Khalluni, aprovecha tan favorable contingencia para penetrar en Babilonia, apresar al regente y substituirlo por un tal Nirgal-Mus-hizib.
El furor de Senaquerib no conoció límites. Sus armas devastaron Mesopotamia, derrotaron a elamitas y babilonios, pero no lograron restablecer la situación, puesto que de 692 a 689 rigió a Babilonia el caldeo Mushizib-Marduk apoyado por Umman-Minanu de Elam.
Después de una lucha agotadora, con una gran batalla cerca de Jaluli (691), que no fue decisiva, a mediados de noviembre de 689 Senaquerib se apoderó de Babilonia y, como castigo por su rebelión, ordenó saquearla, pasar a cuchillo a todos sus habitantes, incendiarla y arrasarla.
Este monstruoso decreto fue recordado con horror durante muchas generaciones y abrió un abismo irreparable entre Asiría y Babilonia.
En Occidente, Senaquerib prosiguió la política de su padre, en particular porque continuaban las intrigas de los faraones egipcios para soliviantar a los pueblos todavía independientes de Palestina.
Tirhaka fomentó los deseos del rey de Judá, Ezequias, y del rey de Sidón, Elulaios, para verse libres del yugo asirio. Formóse una liga, y contra ella dirigió su ejército Senaquerib.
En el transcurso de una memorable campaña, derrotó a los fenicios, venció a los egipcios en la batalla de Eltekeh (701), devastó los campos de Judá y puso sitio a Jerusalén. Doscientos mil hebreos fueron deportados a Mesopotamia, pero Ezequias logró capitular en buenas condiciones.
Más tarde, en 686, emprendió Senaquerib una nueva expedición: puso sitio a la fortaleza egipcia de Pelusium, pero no logró conquistarla pues una peste le obligó a levantar el campo.
A fines del año 681, con ocasión de hallarse celebrando una fiesta en Nínive, en honor del dios Nusku, Senaquerib fue asesinado por Asur-shar-uzur, uno de sus hijos, que quería disputar el trono a su hermano mayor Asarhadón. De esta manera se cumplía el infalible aserto de que quien a hierro mata, a hierro muere.
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