Ordenes Religiosas de la Iglesia Catolica:Jucio a los Templarios
Ordenes Religiosas de la Iglesia Catolica:Jucio a los Templarios
EL JUICIO A LOS TEMPLARIOS: Las dos grandes órdenes de caballeros que operaban en Tierra Santa eran las de los Caballeros Hospitalarios y los Caballeros Templarios.
El nombre de aquéllos derivaba del Hospital de San Juan de Jerusalén, donde, en un principio, tenían encomendada la misión de cuidar de los peregrinos cristianos, aunque hacia 1130 ya habían asumido funciones militares.
Una orden similar, la de los Templarios, que tomaba su nombre del lugar en el que se ubicaba su cuartel, el barrio del Templo de Jerusalén, se había fundado hacia 1119, y su misión original había sido la de proteger las rutas de los peregrinos.
En Europa, ambas instituciones militares recibían donativos en forma de propiedades, por lo que no tardaron en enriquecerse.
Por su parte, muchos jóvenes pertenecientes a familias nobles, que buscaban cumplir con las obligaciones morales y religiosas de la caballería, se alistaban a ellas sin vacilar.
Pronto, los estados cruzados, con una escasez crónica de hombres y recursos, empezaron a vender o a entregar sus enclaves fronterizos a las órdenes; los hospitalarios defendían la estrecha franja costera de Baniyas, desde los altos de Margat, así como los castillos del valle de Bekaa y del desfiladero de Homs, entre ellos el de Krak de los Caballeros; los templarios, por su parte, se encargaban de la defensa de los pasos de los montes de Amanus, al norte de Antioquía, y de la costa de la actual Tartus siria, que en la época de las cruzadas se conocía como Tortosa.
Tortosa, ciudad amurallada de los templarios, con su magnífica catedral de Nuestra Señora, de estilo gótico temprano, era el último enclave cruzado en tierra oriental si se exceptúa el Castillo de los Peregrinos, erigido en la actual Israel.
Los caballeros abandonaron Tortosa el 3 de agosto de 1291, y el Castillo de los Peregrinos unos días después, aunque los templarios retuvieron otros doce años el islote de Arwad.
Mientras se dirigían a él, al volver la vista atrás, constataron que la devastación en tierra firme ya había comenzado.
Meses después de la caída de Tortosa, las tropas mamelucas arrasaron la llanura costera.
Se talaron los árboles frutales y se destruyeron los sistemas de regadío, mientras los nativos cristianos huían a las montañas cercanas.
Se acabó con todo lo que pudiera resultar de utilidad a los cruzados en caso de un nuevo desembarco de éstos.
Al ensañamiento musulmán hacia los cruzados se sumaron las recriminaciones europeas.
Con la toma de Arwad por parte de los mamelucos en 1302, los templarios se convirtieron en poco más que en refugiados en Chipre, Francia y otros países.
No tardarían en ser perseguidos.
Su misión había sido la defensa de Tierra Santa, pero en 1291, además de Tortosa, habían perdido Acre, en la actual Israel, última plaza fuerte de la cristiandad en Oriente.
Con todo, habían adquirido riquezas y poder, mucho más que los hospitalarios, pues desde hacía tiempo eran los principales prestamistas de Oriente, papel que les granjeó la enemistad de numerosos cristianos y les llevó a hacer tratos incluso con musulmanes.
El interés que muchos templarios mostraban hacia las enseñan zas y la religión musulmanas, y tal vez algún culto heterodoxo de entonces, como hoy, tenía a Siria como escenario, contribuyó a propagar los rumores de que la Orden practicaba ritos de iniciación secretos, obscenos v blasfemos por los que a los aspirantes se los obligaba a renegar de Cristo y su crucifixión, de la Virgen y en ocasiones incluso de Dios, a escupir sobre la cruz, a adorar a gatos y a ídolos y besarse en las nalgas y el pene.
En octubre de 1307, el rey Felipe IV de Francia ordenó la detención de los templarios, a los que acusaron de herejía, y un año después la misma medida se adoptó en Chipre.
Sometidos a tortura, la mayoría de los caballeros confesaron, ainque muchos se retractaron luego, y ni uno solo se mostró dispuesto a morir martirizado en defensa de sus supuestas creencias, a diferencia de los primeros cristianos o de otros contemporáneos suyos, los cataros.
En 1312 el Papa abolió la Orden y donó sus propiedades a los hospitalarios.
Al cabo de dos años, en París, a Jacques Molay, Gran Maestre de la Orden, lo quemaron en la hoguera.
El asunto escandalizó a Europa: muchos gobernantes, así como gentes formadas e instruidas, dudaban de la culpa de los templarios veían que el caso tenía más que ver con las ambiciones del rey Felipe.
Dos tercios de las propiedades de los templarios estaban en territorios controlados por la monarquía francesa, situadas en en ricas zonas agrícolas o en prósperas rutas comerciales que llevaban Mediterráneo.
En conjunto, representaban un inmenso tesoro.
Es poco probable que el juicio a los templarios tuviera como objeto algo que no fuera desposeerlos de ellas, siempre y cuando el problema no tuviera que ver de verdad con los gatos y los penes, claro está.
• ►PARA SABER MAS...
Durante la segunda mitad del siglo XX, las tensiones entre conservadores y progresistas en el seno de la Iglesia católica propiciaron que muchos investigadores aseguraran que la masonería se había hecho con el poder en El Vaticano.
Las relaciones entre la masonería y la Iglesia católica fueron difíciles casi desde la fundación de las primeras sociedades.
En 1738, el papa Clemente XII publicó el primer documento vaticano contra los masones, al considerar que las logias suponían un peligro para la pureza de la religión, dado que admitían a católicos, protestantes y hasta a creyentes no cristianos.
Esas primeras sociedades masónicas se habían convertido en un oasis de libertad para los católicos británicos, muy hostigados por el poder oficial anglicano.
RELACIONES PELIGROSAS
Otras razones más contundentes envenenaron en el siglo XIX las relaciones entre la jerarquía católica y los masones: la participación de las logias en la lucha por la laicidad en la enseñanza en varios países católicos y la unificación de Italia, por caso.
Los Estados Pontificios, gobernados por el Papa, entorpecían un proceso unificador que era bien visto por los masones, que tenían a un hermano, Giuseppe Garibaldi, a la cabeza de la lucha, mientras que otro líder unificador, Giuseppe Mazzini, pertenecía a otra sociedad secreta, los carbonarios.
Enfrentado al nuevo Estado italiano y a los masones como poder fáctico, el papa León XIII impulsó una gran campaña contra las logias, subvencionando publicaciones y congresos antimasónicos.
El clima alcanzado en esa época fue tan hostil que influyó durante décadas en la alta política eclesiástica, hasta el punto de que, ya en 1959, cuando el progresista Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II para renovar la Iglesia, el sector más conservador de la curia no dudó en relacionar al Papa y a su sucesor, Pablo VI, con la masonería.
En 1982, la quiebra del Banco Ambrosiano, propiedad de El Vaticano, fue un regalo para los defensores de la teoría de la conspiración masónica, ya que entre los implicados había miembros de una logia llamada P2.
Los estudiosos de esa tesis relacionan esos turbios asuntos económicos con la extraña muerte de Juan Pablo I, el papa más fugaz de los últimos cuatro siglos.
Fuente Consultada:
Más Allá de Ángeles y Demonios de René Chandelle
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