El Poder De La Iglesia Catolica y La Ambicion de los Papas
El Poder De La Iglesia Catolica: La Ambicion de los Papas
EL CRISTIANISMO SE PROPAGA.
Cuando Jesús fue crucificado, el colegio de los apóstoles se encontraba disperso.
Judas había muerto y solamente Juan se hallaba al pie de la cruz.
El miedo había impulsado a Pedro a negar al Maestro, y a los demás a esconderse. Sin embargo, poco tiempo antes de su Ascensión, Jesús había dicho a sus apóstoles: "Seréis testigos míos en Jerusalén, en la Judea, en Samaria, y en todos los confines de la tierra."
Después de su Resurrección los volvió a reunir y después de haber presenciado la Ascensión de Jesús, los apóstoles ya no se volvieron a separar.
Pedro, como jefe de la Iglesia, propuso a la asamblea elegir un apóstol que sustituyese al traidor Judas, y fue designado Matías.
Durante el s. I las comunidades cristianas comienzan a extenderse por todo el Imperio romano, y muy especialmente en la capital, Roma, sin que las autoridades se preocupen por ello.
Sin embargo Nerón en el año 64, con el fin de apartar de sí la cólera de su pueblo, acusa a los cristianos de haber sido los responsables del incendio de Boma.
La multitud se lanza contra ellos, si bien esta persecución pasará pronto.
En el s. II, la nueva religión, en principio prohibida, goza, de hecho de una tolerancia que era mayor o menor según las distintas provincias del Imperio.
Las persecuciones a los cristianos parecían haber producido un efecto contrario al que se esperaba. «Cuanto más males nos hagan sufrir, dice el cristiano Justino, tanto más se multiplica el número de fieles.».
Al principio, las conversiones fueron más numerosas en el mundo griego que en el romano, porque la cultura griega disponía mejor los espíritus al idealismo que las costumbres positivas délos romanos.
De aquí que el griego fuera, durante largo tiempo, la lengua de los primeros cristianos.
En Roma, la nueva doctrina se propagó principalmente entre la plebe, los libertos y las mujeres de la aristocracia.
Esta religión de « tejedores, bataneros y zapateros » fue extendiéndose poco a poco en todas las clases de la sociedad, y, menos de dos siglos después de Jesucristo, Tertuliano podía escribir:
«Somos de ayer solamente y ya llenamos cuanto os pertenece, ciudades, islas, guarniciones, municipios, asambleas y hasta los mismos campamentos.».
Era casi un estado en el estado.
El emperador Constantino previendo que en aquella gente tenía una fuerza considerable, quiso servirse de ella, y empezó por reconocer oficialmente la existencia de la religión cristiana; ese emperador fue Constantino.
EL PODER LA IGLESIA Y SU DECADENCIA:
Orígenes del Poder:
La Iglesia primitiva, perseguida y martirizada por las autoridades imperiales, trata de llevar a la realidad un estilo de vida basado en las enseñanzas de su Maestro.
Sus enseñanzas conmovieron al mundo de tal manera que las terribles persecuciones que e infringieron a sus seguidores, no hacían más que convencer a los escépticos.
Sin embargo le ocurre una terrible catástrofe, bajo la apariencia de un beneficio.
El emperador Constantino se convierte al cristianismo en el año 313 y dicta su famoso (Edicto de Milán) que consagró la tolerancia religiosa.
Constantino y el Edito de Milán:
«Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la le y observancia de su secta y religión [...]
que a los cristianos y a todos los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros y a todos los que viven bajo nuestro imperio.
Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana.
Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle.»
Sin embargo, no era la tolerancia lo que inspiró a Constantino, sino la necesidad de valerse de la autoridad creciente de la Iglesia para sus fines.
Lentamente el emperador fue asimilando la religión cristiana e identificándola cada vez más con el imperio.
A los jefes de cada comunidad eclesial (ya llamados «Obispos») se les fueron asignando tareas de gobierno del imperio, o en sentido contrario, los funcionarios del imperio se convirtieron en dignatarios eclesiásticos.
Poco a poco la Iglesia pasó a estar peligrosamente identificada con el imperio.
La Iglesia primitiva, según se desprende de los escritos más antiguos, era relativamente tolerante.
A lo sumo se condenaba la herejía negándole el ingreso a su caso o el saludo.
Cuando pasa a formar parte destacada del imperio, adopta en buena medida, el deseo de uniformidad que caracteriza a los romanos.
El imperio no admite disidencias.
Y el deseo de uniformidad es la madre de la intolerancia.
La iglesia empieza a combatir a los «herejes».
Se ha dicho que Constantino adoptó el cristianismo porque era la única manera de cristalizar la unidad del imperio.
La religión romana, plagada de dioses robados a otras culturas, carecía de una influencia decisiva sobre la conducta de los hombres.
Constantino vio en el cristianismo una fuerza inmensa, como unificadora del pensamiento, para dirigir la acción.
La adoptó como lo que hoy denominaríamos una ideología, una manera coherente de pensar que movilice de manera sutil pero enérgica a un basto y decadente imperio.
Si la Iglesia recibió una fuerte «contaminación» de los defectos del imperio, no es menos cierto que las enseñanzas de Jesús también sirvieron para morigerar algunas crueldades habituales de la época.
La llegada de los llamados «bárbaros» a las puertas del imperio decadente, paradójicamente, no hizo mas que aumentar el poder de la Iglesia.
Cuando San Agustín, obispo de Hipona, recibe las noticias de los primeros ataques a la ciudad, siente que se trata de un ataque al cristianismo.
Ya entonces Roma era la cabeza de la Iglesia que estaba excesivamente vinculada a la suerte del imperio.
El imperio nunca había podido establecerse más allá del río Rhin, por la fuerte oposición que ejercían los pueblos germánicos.
Al debilitarse el imperio estos pueblos fueron avanzando progresivamente hasta llegar a tomar la misma ciudad de Roma en el 476.
Sin embargo los pueblos germánicos no tardaron en convertirse al cristianismo.
A la fuerza del mensaje cristiano se sumaba el deseo de estos pueblos, de cultura primitiva, de «romanizarse», ya que al mismo tiempo que invadían su territorio no dejaban de admirar la magnificencia y la cultura romana.
Para los invasores el cristianismo era la religión de los romanos, y su «conversión» era vista como una forma de elevación cultural.
La conversión de estos «bárbaros» al cristianismo, y la desaparición de las autoridades imperiales, dejó a la Iglesia en una posición de poder relevante.
Nace así el mundo medieval.
Esa encrucijada de la historia que durará más de mil años y cuya potente influencia sigue hoy ejerciéndose de manera notable, no sólo por la religión cristiana que es mayoritaria en el mundo occidental, sino por las concepciones sobre la ética, el poder, la riqueza, la libertad o la justicia.
Nace Una "Competencia":
La Iglesia afirma su doctrina en toda Europa.
El continente europeo, una vez asimilados al cristianismo los pueblos invasores, sufre un segundo y más grave peligro: el surgimiento del Islam.
Mahoma, nacido alrededor del año 570, el Profeta sagrado de los musulmanes, funda una nueva religión que se considera la culminación de la tradición judeococristiana.
Reconoce a Abraham, a Moisés y a Jesucristo como enviados de Dios pero se proclama como el último y mayor profeta.
Hasta ahí su enseñanza no pasaría de ser otra variante religiosa; pero Mahoma no se contenta con predicar una religión, y mucho menos está dispuesto a «poner la otra mejilla».
Mahoma predica la «guerra santa» y no esperó a que un Constantino se convirtiera, él mismo ejerció el poder.
Así con los años el Islam se difunde con enorme rapidez por lo que hoy llamamos medio oriente, cuna de las grandes civilizaciones monoteístas y el norte de África, hasta que en 711 toman toda la península Ibérica y cruzan los Pirineos y entran en lo que hoy es Francia, donde finalmente son vencidos por Carlos Martel en la célebre batalla de Poitiers en el año 732.
Eso obligó a los árabes a retirarse nuevamente a España.
La dominación de los árabes desde España hasta las puertas de Constantinopla significó un fatal encierro para la civilización europea.
Al norte el frío polar, al este el Atlántico desconocido, al oeste y al sur las huestes del Islam.
El Feudalismo:
La decadencia del comercio, la falta de especialización o división del trabajo hizo desarticular todas las estructuras del imperio romano.
A pesar de intentos fugaces, como el de Carlomagno, la realidad impuso a todo el continente, durante más de diez siglos, una fragmentación política notable.
Miles de pequeños «fundos» autosuficientes, formados por un «señor» y sus «vasallos» formaban la estructura política básica de la Edad Media: el feudalismo.
El sistema feudal era notablemente piramidal.
Los señores feudales solían reconocer a un duque como«primus inter pares» (primero entre sus iguales) y éstos a su vez a un rey que era también un primus inter pares ya que tenía su propio feudo y ejercía poca influencia sobre los feudos que supuestamente le estaban subordinados.
El mapa europeo está tachonado de pequeños ducados, condados, principados y reinos.
Pero entre todos ellos se destaca el Papa, el Obispo de Roma que tiene su propio territorio y que frente a los demás reyes, príncipes o duques es también un «primus inter pares» porque aunque no gobierna de manera directa toda Europa ejerce sobre la «cristiandad» una enorme y preponderante influencia.
Se ha dicho que el Papa pasó a ocupar el puesto de los Césares romanos y que heredaron del imperio no sólo su estructura administrativa sino la pompa, los trajes y las ceremonias propias del imperio.
La Iglesia en la Edad Media
La Iglesia define en este período, que todo poder deviene de Dios.
Esto significa que la obediencia al monarca es debida por obediencia a Dios.
Pero este principio lejos de dar a los monarcas una gran influencia es motivo de un sometimiento de todas las autoridades civiles al obispo de Roma, dado que él era el representante de Dios sobre la tierra.
Si un Papa expulsaba de la Iglesia a un monarca (y solían hacerlo con bastante frecuencia) los cristianos, que eran todos los habitantes, quedaban liberados de la obligación de obediencia hacia ese rey «excomulgado».
No es exagerado afirmar que estábamos frente a una verdadera «teocracia».
En el año 1076, Enrique IV de Alemania fue excomulgado por un enfrentamiento con el Papa Gregorio VII.
Como la excomunión liberaba a los súbditos de la obediencia, al rey y se dice que estuvo tres días y tres noches invernales esperando la absolución del Papa.
Pero la Iglesia, no sólo tenía al Papa, el obispo de Roma.
En cada región de Europa existían autoridades eclesiásticas; obispos y sacerdotes que en sus parroquias o diócesis ejercían un poder enorme, muchas veces superior al de los que detentaban el poder temporal.
Pero también había obispos que eran señores feudales, con lo que el entre cruzamiento entre el poder civil y eclesiástico formaba una verdadera trama inexpugnable.
La Iglesia, tolerante y perseguida de la antigüedad, se convirtió con los años, en la institución dogmática e intolerante que fue capaz de impulsar las cruzadas y establecer la inquisición.
El primer signo de intolerancia de la iglesia se percibe en el año 303 cuando el concilio de Elvira prohíbe los matrimonios con personas de diferente religión.
Aunque Inocencio III en 1199 había garantizado a los judíos una convivencia pacífica en los reinos cristianos, el Concilio de Letrán (1215) sancionó una serie de prohibiciones sobre la convivencia entre cristianos y judíos, a los que se excluía de los cargos públicos, de las corporaciones, los obligaba a vivir en barrios aislados y a usar un distintivo que nos recuerda el triste panorama instaurado por Hitler en Europa en el siglo pasado. Por otro lado se condenaba a muerte al cristiano que se convertía al judaísmo.
Surgen así los tribunales de la Inquisición. La unidad de doctrina de la Iglesia debía sostenerse aún al precio de cometer las mayores atrocidades.
La inquisición no actuaba ni contra los judíos ni los musulmanes que practicaban su religión, sino contra los herejes, o cristianos disidentes, o contra las prácticas «judaizantes», es decir aquellas que consistían en falsas conversiones de judíos al cristianismo.
La tortura como medio para obtener «confesiones» de presuntos herejes no fue un hecho espurio o un «exceso de celo».
Fue establecida oficialmente por el Papa Inocencio IV en 1252 en el documento denominado «Ad extirpanda».
La Iglesia se limitaba a condenar al reo de herejía y luego se «relajaba» el poder en la autoridad temporal que era la encargada de ejecutar la sentencia.
El «Tribunal del Santo Oficio» fue una versión diferente de la inquisición que tuvo vigencia en España y en las colonias americanas.
Esta forma de inquisición, probablemente la más cruel, aunque fue aprobada por el Papa, estaba sometida al poder real.
La inquisición perseguía con especial insistencia a los judíos convertidos ya que se consideraba especialmente peligrosas las prácticas «judaizantes» de los falsos conversos.
A veces se mandaba a la hoguera a familias enteras que habían practicado su judaísmo en el seno del hogar a pesar de haber formalizado una simulada conversión al cristianismo. Numerosas testimonios dan cuenta de que detrás de estas acusaciones existían inconfesables móviles económicos ya que los bienes del hereje eran confiscados por las autoridades civiles o eclesiásticas.
Es esencial comprender que este mecanismo no constituyó un accidente, o una acción individual o esporádica.
Durante siglos, numerosos Papas y concilios ratificaron estas normas y procedimientos.
Fueron casi mil años en los que la Iglesia fundada por Jesús, que se había opuesto a que lapidaran a la adúltera, adhirió a una concepción de intolerancia extrema e inhumana. "
Y este proceso no pudo olvidarse rápidamente, porque estuvo en el núcleo de la cultura occidental por casi mil años.
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Fuente Consultada: Las Ideologías en el Siglo XXI Ignacio Massun
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