Formacion,Extensión y Colonias del Imperio Británico en el Siglo XIX

Formacion,Extensión y Riquezas del Imperio Británico en el Siglo XIX

Durante todo el siglo XIX —y, ciertamente, durante buena parte del XX—, Gran Bretaña fue la potencia imperial por excelencia.

Llamamos Imperio Británico, conjunto de territorios vinculados por su lealtad a la monarquía británica, compuesto principalmente por aquellas áreas que quedaron sometidas a la jurisdicción oficial de Inglaterra (Gran Bretaña a partir de 1707) desde finales del siglo XVI hasta el siglo XX, aunque el tipo de dominio ejercido por la metrópoli varió considerablemente a lo largo del tiempo.

A partir de finales del siglo XVII, Gran Bretaña hizo grandes progresos.

En las postrimerías del reinado de Victoria, los ingleses se jactaban de que era soberana de un imperio «en el que nunca se pone el sol», expresión materialmente veraz porque el imperio británico estaba tan extendido por el planeta que, a lo largo de las veinticuatro horas, siempre había un sitio donde era de día.

Biografia la Reina Victoria I de Inglaterra -Historia de su Vida –  BIOGRAFÍAS e HISTORIA UNIVERSAL,ARGENTINA y de la CIENCIA

Las bases de este Imperio se sentaron durante su reinado, gracias al desarrollo de la Marina inglesa, donde debemos destacar a Francis Drake quien dió la vuelta al mundo entre 1577 y 1580, el inicio de una ofensiva comercial en ultramar (la Compañía de las Indias Orientales se fundó en 1600) y la rivalidad con la Monarquía Hispánica.

La supremacía imperial británica durante el siglo XIX se debió, parcialmente, a la decadencia de antiguos rivales.

Es cierto que el imperio británico había sufrido un grave contratiempo cuando en 1783 se separaron las colonias americanas.

Sin embargo, más adelante estallaron la revolución y las guerras napoleónicas, al final de las cuales Francia perdió buena parte de las conquistas de sus luchas coloniales del siglo XVIII con los ingleses y los holandeses tuvieron que entregarles el cabo de Buena Esperanza y Ceilán (actualmente Sri Lanka).

Pocos años más tarde se independizaron casi todas las posesiones que las naciones europeas aún tenían en el continente americano, lo que supuso una reducción drástica de los viejos imperios español y portugués, los primeros creados en la gran era de la expansión europea de ultramar.

Durante el curso de sus guerras contra la Revolución Francesa y contra Napoleón, Inglaterra había podido juzgar el valor de su imperio.

Este se había visto aumentado por las conquistas realizadas a costa de Francia y de sus aliados holandeses y españoles: Guayana, Trinidad, Tobago, Santa Lucía, El Cabo, la isla de Francia, Ceilán.

En unión de Gibraltar, las islas Jónicas y la de Malta le aseguraban el dominio del Mediterráneo.

Además de valor estratégico que tenían, las colonias reforzaban el poderío comercial inglés.

Por el «Pacto Colonial», estaban obligadas a proveer las materias primas que utilizaban las industrias de la metrópoli, o las distribuidas, con grandes beneficios, por el mundo, y a comprar después los productos manufacturados ingleses.

El más rico de los dominios era la India.

Establecidos sólidamente en los países del Ganges y del Dekán meridional, en 1815 los ingleses no dominaban aún todo el sub-continente.

La lucha contra los jefes mahratas (1817), la conquista de las regiones del Indo, y la lucha contra los rudos sikhs del Punjab, llenaron la primera mitad del siglo (1849).

Ahora faltaba proteger este inmenso imperio y las rutas que conducían a él: Santa Helena, El Cabo, la isla Mauricio, Aden (1839), Ceilán y Singapur (1819) se convirtieron en bases inexpugnables.

El ejército inglés emprendió, igualmente, la tarea de construir un verdadero glacis de protección: después del fracaso de la conquista de Afganistán (1842), los ingleses se contentaron con fortificar los pasos montañosos del noroeste.

Por el contrario, Birmania, al Nordeste, fue ocupada, en parte, después de dos campañas (1826 y 1825), junto con el puerto de Rangún.

Al norte, el Himalaya formaba un obstáculo capaz de descorazonar a cualquier ejército.

La India servía también como base para la dominación del Extremo Oriente.

Ya publicamos en este sitio la «guerra del opio» (1840-1842) habría de obligar a China a abrir cinco puertos al comercio británico (entre ellos los de Cantón y Shanghai), y a ceder el islote de Hong-Kong, ciudadela-depósito y notable puesto de observación.

imperialismo británico

En todos estos territorios tropicales, ya superpoblados y de clima penoso, no se trataba apenas de instalar colonos.

Por el contrario, el sur de África, Australia, Nueva Zelanda y el Canadá, sí podían atraer a los emigrantes.

Partiendo de El Cabo, los ingleses presionaron a los ocupantes holandeses del interior, los boers.

Estos, aislados y faltos de ayuda, no pudieron oponerse a la abolición de la esclavitud por Inglaterra, en 1833; esta medida amenazaba con privarles de la mano de obra negra.

En 1833, un éxodo, el gran Trek, condujo a los boers a una y otra parte del Vaal, afluente del río Orange, y a Natal.

Cuando, en 1844, Natal fue anexionado, los boers emigraron de nuevo, e Inglaterra reconoció entonces la independencia de las repúblicas de Orange y del Transvaal: todavía no se habían descubierto las minas de diamantes.

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Entre 1850 y 1930, las ambiciones imperiales transformaron el mundo. Liberados de las limitaciones de las fuerzas naturales de la Tierra, ahora los barcos de vapor podían viajar por todas partes independientemente de los vientos; los ferrocarriles podían transportar mercancías a gran velocidad sin necesidad de energía humana o animal, y los industriales podían manufacturar números infinitos de baratos productos acabados mediante materiales naturales y artificiales, trabajo no cualificado y máquinas automáticas.

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En Australia, país casi vacío de habitantes, y en Nueva Zelanda, después de exterminar a los maoríes, se establecen los blancos; ricas tierras se ofrecen a los colonos.

Y Australia se lanza a la cría de corderos, cuya lana es vendida muy bien en Inglaterra.

Partiendo de Nueva Gales del Sur, al sudeste de la gran isla, la población crece incesantemente hacia el oeste.

En Canadá, los habitantes de origen francés no habían aceptado de buena voluntad la dominación inglesa.

Pero fueron desbordados, poco a poco, por la masa de inmigrantes.

Y es en Canadá donde Inglaterra, ilustrada, sin duda, por el precedente americano, intenta por primera vez la implantación de una política liberal en sus colonias, en 1847, a Canadá le es concedida una gran autonomía, con un Parlamento propio y un ministerio responsable.

Era el esbozo de la Commonwealth.

Los ingleses conocían perfectamente que la comunidad del idioma y de la civilización era algo tan fuerte como los lazos políticos.

Pero este liberalismo político debía reservar se cuidadosamente para los territorios de población europea.

En cambio, segura de su superioridad industrial, Inglaterra va abandonando, poco a poco, el viejo sistema del pacto colonial.

A partir de 1825, a Canadá le es permitido comerciar con el extranjero, y, en 1849, la supresión de las Actas de Navegación extiende el librecambio a todas las colonias.

A mediados de siglo, Inglaterra, la pequeña isla llena de bruma, que no tenía treinta millones de habitantes, regía mundialmente el destino de doscientos cuarenta millones de hombres.

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Los ferrocarriles volvieron logística y económicamente viable la extracción minera de materias primas, como el cobre, los diamantes y el oro, en el interior del continente.

Las potencias europeas consideraron que la riqueza natural de África podía proporcionar un triplete de oportunidades: riquezas primordiales para pagar sus nuevas máquinas (diamantes y oro); materias primas para alimentarlas (algodón y caucho), y mercados para sus productos acabados (ropa, té, café, chocolate y armamento).

El misionero y explorador escocés David Li-vingstone descubrió grandes zonas del misterioso interior de África entre 1852 y 1856: fue el primer europeo en ver las cataratas Victoria, que lealmente bautizó en honor a su reina.

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mapa imperio britanico siglo xix

• CECIL RHODES

fue un colonizador, un magnate de las minas y un político británico en el sur de África cuya ambición no tenía límites.

Fue capaz de ver que los ferrocarriles, los barcos de vapor y la fabricación en serie habían iniciado una nueva era de la supremacía humana sobre la naturaleza.

Su sueño era construir una vía ferroviaria desde Ciudad del Cabo, en la punta meridional de África, hasta Alejandría, en la costa mediterránea.

Pero, a diferencia de Alejandro Magno, Rhodes no sólo quería conquistar el mundo, sus pueblos y sus riquezas.

En un anticipo profético de la carrera espacial que iba a comenzar medio siglo después de su muerte, sus metas estaban mucho más lejos, incluso fuera de la propia Tierra.

Tal como él mismo escribió en su testamento:

El mundo ya se ha repartido casi por completo y lo que aún queda está siendo dividido, conquistado y colonizado ahora mismo. Pensar en esas estrellas que vemos en el cielo por la noche, esos vastos mundos que nunca podemos alcanzar. Si pudiera me adueñaría de los planetas; pienso a menudo en ello. Me entristece verlos tan claramente y, sin embargo, tan lejanos.

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• ►A Modo de Ampliación...

Hacia 1850, el Imperio Británico dispone:

a)  De una cadena de escalas, conquistadas en su mayoría a franceses, holandeses y españoles durante los siglos XVIII y XIX: Malta, Corfú y las islas Jónicas en el Mediterráneo; Gibraltar, Santa Elena, El Cabo, isla Mauricio, Adén, Ceilán, en la ruta de las Indias; Singapur y Hong Kong en la ruta de China.

b)    Establecimientos comerciales en la costa africana: Sierra Leona y Gambia, que en el siglo XVIII habían sido centros de la trata de esclavos, ahora abolida.

c)   Colonias de plantación, que suministran productos tropicales: Antillas, Honduras, Guayana.

d)  Colonias de poblamiento blanco, destinadas por sus condiciones climáticas, a absorber excedentes de población emigrante: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, zona esta última inestable, de continuos conflictos con los

e)    Una colonia de explotación típica, la India, administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales, y que juega un papel creciente en la economía británica, especialmente como proveedora de algodón. Inglaterra se afana en controlar sus accesos, por esta razón ordena Disraeli en 1875 la compra de 176.000 acciones del canal de Suez, y en aislarla de otras colonias europeas con Estados tapones, como los protectorados de Cachemira, Beluchistán y Afganistán. La India es, por tanto, el eje del Imperio.

La crisis económica de 1882, en la cual confluyen años de malas cosechas y la competencia de los productos baratos que sitúan en los mercados Estados Unidos y Alemania, obliga a muchos ingleses a buscar fortuna lejos de la metrópoli.

De 200.000 a 300.000 ingleses salen todos los años, primero hacia Estados Unidos, más tarde preferentemente hacia las colonias, aunque no desaparezca la emigración hacia Norteamérica.

Disraeli habla con entusiasmo del Imperio; Gladstone titubea, pero se ve obligado en muchos puntos a continuar la política de los conservadores, quienes desde 1886 dan nuevo impulso, con Salisbury y Chamberlain, a la expansión imperial.

Biografia de Disraeli Benjamin Vida y Obra Politica – BIOGRAFÍAS e HISTORIA  UNIVERSAL,ARGENTINA y de la CIENCIA

Lord Curzon exclama: “El Imperio Británico es, después de la Providencia, el bien más grande que ha habido en el mundo.”

A principios del siglo XX, Inglaterra dispone de un Imperio de 33 millones de km2 con 450 millones de habitantes , aproximadamente la cuarta parte de la población mundial.

Los problemas de tan vastos territorios llegan a ser un peso para sus finanzas y debilitan su posición in­ternacional en Europa.

Es el momento de poner fin a la expansión y de frenar a Alemania, para lo cual rompe su tradicional aislamiento y se aproxima diplomáticamente a Francia y Rusia.

En todas partes ha podido construir la infraestructura ferroviaria y de puertos, o efectuar traba­jos de irrigación en la India y Egipto, puesto que capita­les no faltan en la isla.

Las colonias de plantación han al­canzado su rendimiento máximo: algodón en la India y Egipto, yute en la India, té en Ceilán, hevea en Malasia.

Los territorios de población blanca, débilmente poblados, le envían excedentes de carne, trigo y lana.

Las minas de Africa del Sur, Australia y otros países ponen a su dispo­sición oro y diamantes, estaño, cobre.

 • DOMINIOS Y COLONIAS 

En este Imperio, base de la potencia económica inglesa, pueden distinguirse dos tipos de territorios: los “dominios” y las “colonias de explotación”.

Los dominios eran zonas de poblamiento, es decir, las preferidas para instalarse de modo definitivo los emigrados de Inglaterra.

Disfrutaban de amplia autonomía y tenían instituciones de gobierno semejantes a las inglesas: Parlamento, partidos políticos.

Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la Unión Sudatricana, pertenecen a este grupo.

En Canadá se trataba de retener a los inmigrantes que se proponían pasar a Estados Unidos; para ello se distribuyeron tierras gratuitas o a bajo precio.

La pradera canadiense se convirtió en uno de los graneros del mundo.

En Australia se procuró evitar la inmigración amarilla; en sus inmensos espacios desiertos empezaron a aparecer granjas; el descubrimiento de minas de oro, las posibilidades de explotación de los rebaños de ovejas y de dar otra vez popularidad en Inglaterra a los tejidos de lana, atrajeron a hombres de la metrópoli.

Eran casi totalmente libres en política interior; sólo un gobernador general representaba al rey de Inglaterra.

La política exterior estaba controlada por la metrópoli, pero ésta trataba de armonizar los intereses de estos territorios con los propios, por medio de las Conferencias Imperiales, que reunían al primer ministro inglés y a los de los distintos “dominios”.

La estructura del Imperio era, prácticamente, federal.

En la historia del Imperio Británico en Africa del Sur supone un capítulo complicado.

Los descubrimientos mineros de diamantes y oro atraen a los ingleses desde sus posiciones costeras en El Cabo y Natal hacia el interior, donde viven negros en las zonas más pobres, y blancos boers, descendientes de holandeses, en Orange y Transvaal; los boers son agricultores puritanos, hostiles al capitalismo industrial.

Los ingleses les bloquean al anexionarse Basutolandia y Swazilandia alrededor de 1880

Disraeli proclama la incorporación de los Estados boers, pero una revuelta obliga a los británicos a abandonarlos.

El cerco lo completa Cecil Rhodes, que soñaba con una África británica “desde el Cabo al Cairo’, al conquistar Bechuanalandia y Rodesia.

La guerra de los boers dura tres años (1899-1902).

Con la paz de Pretoria pierden su independencia pero conservan su lengua y obtienen promesas de cierta autonomía.

Las colonias de explotación, la India, África (excepto la Unión Sudafricana), suministran materias primas y carecen de la autonomía política de los dominios.

La India, con sus casi cinco millones de km2 y sus 300 millones de habitantes, es la más importante.

Desde mediados de siglo se sustituye la administración de la Compañía de las Indias por la directa de la metrópoli.

Suministra a Gran Bretaña algodón, yute, trigo, aceites, té y algunos minerales, pero las hambres y la ruina del artesanado indígena provocan un movimiento nacionalista, del que es exponente la revuelta de los cipayos en 1859, que tardó dos años en ser dominada, en el Sur de la India.

En 1877 la reina Victoria es proclamada emperatriz de las Indias. En 1885 nace un partido político nacionalista, el Congreso Nacional Indio, que solícita la conversión en dominio, tomando como modelo a Canadá.

Inglaterra se resistió a aflojar el control de un territorio cuya economía suponía tanto para su industria, pero concedió a jefes indígenas la administración local contribuyendo a la prosperidad comercial de ciudades, como Bombay y Calcuta.

Fuente Consultadas:
Todo Sobre Nuestro Mundo Christopher LLoyd
HISTORAMA La Gran Aventura del Hombre Tomo X La Revolución Industrial
Historia Universal Ilustrada Tomo II John M. Roberts
Historia del Mundo Para Dummies Peter Haugen
La Revolución Industrial M.J. Mijailov

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