Historia de la Propiedad de La Tierra:Concepto, Origen y Evolución

Historia de la Propiedad de La Tierra
Concepto, Origen y Evolución

Uno de los más complejos problemas de la evolución social es el concerniente al origen de la propiedad privada de la tierra. La materia tiene alguna significación para la política moderna y por esta razón hay pocos escritores que se aproximen a ella sin algún prejuicio. Desde que G. L. von Maurier publicó su obra sobre las comunidades aldeanas en 1854, se presumió generalmente que en el primitivo estado agrícola toda la propiedad territorial era tenida por una comunidad de agricultores libres.

Según esta concepción, el señor del feudo, con su séquito mezclado de siervos y terratenientes libres, es producto de una época posterior. Se supone que impusieron su dominación, por la fuerza de las armas, a la comunidad y redujeron a los hombres libres a una posición de esclavitud o dependencia.

En otras palabras, la apropiación individual de la tierra se dice que ha sido traída por un sistema de feudalismo basado en la guerra y la conquista, mucho tiempo después de desenvolver las comunidades de cultivadores el Estado agrícola. En particular las naciones del norte de Europa se supone que estuvieron principalmente compuestas de comunidades rurales, poseyendo la tierra en común, de tal modo que el movimiento moderno hacia la libertad es, en cierto modo, solamente un retorno al estado más antiguo de libertad.

La existencia de comunidades aldeanas primitivas ha sido trazada, desde Irlanda hasta la India, por una escuela de escritores, y éstos sugieren que deben haber triunfado por todo el mundo en las primeras edades agrícolas.

señor feudal dueño de la tierra en la edad media

La institución de la tierra comunal es un hecho histórico. En muchas partes de Europa, en la Edad Media, hubo aldeanos que formaron, por decirlo así, una orgánica y perpetua compañía comunal respecto al suelo en que vivían. El individuo no tenía propiedad en la tierra, sino solamente el derecho a cultivar un campo, a apacentar sus rebaños en un prado y a coger la madera de una parte del bosque.

En algunos casos ni siquiera este derecho de uso fue permanente y cada año los ancianos de la villa se reunían y dividían la tierra de nuevo, proporcionando a cada miembro de la sociedad su participación de tierra arable, pastos y bosque. Fue una especie de comunismo. Pero la cuestión es averiguar si este fue un desenvolvimiento ulterior de la vida aldeana, como el republicanismo de algunas ciudades medievales, o si puede ser descrito como un comunismo tribal primitivo.

Es claro que en la etapa cazadora de la sociedad no hay propiedad de la tierra. Cuando una tribu vive del alimento selvático, el señalamiento de pequeñas porciones sería inútil, aunque se les ocurriera a los cazadores el pensamiento de dividir el territorio. Si una gran cantidad de caza entra en una parte del territorio tribal, todos los hombres de la tribu se consagran a batirla para su alimentación y, generalmente, el primero que hiere a un animal o se apodera de él adquiere derechos sobre la pieza. Otras veces, cuando el alimento es abundante, la tribu no se opondrá a que cacen en su territorio los hombres de las tribus vecinas.

Por otra parte, cuando la caza escasea y la presión de la pobladon se hace sentir fuertemente, estallará la guerra entre las tribus y habrá una nueva división del territorio. Así los bantues, del África oriental, desposeyeron a los bosquímanos del sur de muchos de sus terrenos de caza, y en la parte septentrional del Norte de América, los indios algóquinos, que se habían extendido sobre todas las regiones forestales del Canadá, fueron privados de algunos de sus territorios por otras tribus más fuertes del sur.

En las tribus pastoriles y cazadoras no se dividía la tierra: Pero aun cuando es frecuente la lucha intertribal de esta clase, no lleva, en la edad cazadora, a ninguna apropiación privada de la tierra. La cosa es una imposibilidad económica.

También era difícil que en la edad pastoril se pusiese en práctica la idea de una división permanente del suelo. Los ganados tenían que ser trasladados con frecuencia a pastizales nuevos, sobre todo cuando aun no era conocido el arte de cultivar los pastos, y ni el ganado ni sus propietarios hubieran sobrevivido si cada familia hubiese sido reducida a un terreno.

La posesión unida de un amplio espacio le es igualmente necesaria a los pastores que a los cazadores. La tierra que habitan los bechuanas, por ejemplo, es la propiedad común de toda la tribu, y se usa como pastos para sus ganados. Otro pueblo pastoril del sur de África, los damaras, no tiene noción de las residencias estables. El país entero es considerado como propiedad pública, y un hombre que lleva su rebaño a un sitio es considerado como dueño del sitio mientras quiera permanecer en él. Claro está que cuando abandona la tierra los rebaños la han agotado y durante algún tiempo tendrá poco o ningún valor.

En la sociedad primitiva la tierra por si misma no tiene un gran valor: El hecho es que en la sociedad primitiva la tierra por sí misma no tiene gran valor. Nunca fue bastante valiosa para que un hombre se adscribiera a ella. Lo mismo ocurre en los comienzos de la edad agrícola. La propiedad permanente de la tierra es lo último que una familia necesita. Significaría la extenuación y el hambre.

El primitivo agricultor es errante. Como no acostumbra a abonar agota el suelo rápidamente, y en la estación siguiente se traslada y rotura otro campo de tierra virgen. Además, esta parte del trabajo es generalmente realizada por sus mujeres, y él, que busca pastos frescos para sus ganados, necesita tanto como ellos trasladarse a nuevos lugares. Así vemos que el hombre ha sido emigrante en mayor o menor grado durante centenares de millares de años. Por tanto, la idea de la propiedad privada del suelo con sus ventajas para él y su familia no se le ocurrió.

El hombre hace de los animales sus aliados antes de sojuzgar la tierra: Todo lo que necesitan los primeros cultivadores es un derecho temporal a la tierra que están cultivando y esquilmando. La agricultura no se generaliza prácticamente con amplitud hasta que el arado, tirado por las bestias, no reemplaza al azadón, que es un instrumento demasiado débil para la conquista del suelo; y aunque en ciertas partes de la antigua América, en que el guano era utilízame, pudo haberse empleado con resultados sorprendentes, la civilización del mundo moderno—la civilización que ha dado y desenvuelto en el hombre su maravilloso dominio sobre los recursos naturales— fue establecida originariamente por el buey y el arado.

La residencia permanente sobre el suelo fue así un desenvolvimiento de la etapa pastoril. Los hombres tenían que domesticar primero los rebaños salvajes, antes de obtener la fuente extrahumana de poder necesario para someter la tierra a sus propósitos.

Así, cuando el hombre se consagró a la tarea de cosechar su alimento directamente de la tierra, las desigualdades sociales de la época pastoril ejercieron un profundo efecto para modelar las condiciones de la sociedad agrícola. La riqueza en aquellos días era poder actual, porque consistía en rebaños y esclavos y sirvientes.

Entre las cosas que nosotros, en los tiempos modernos, hemos casi olvidado, está la importancia del ganado de cuernos, no simplemente" en la etapa de la infancia de la sociedad, sino en un período en que ésta había hecho ya un avance considerable hacia la civilización.

El «capital», en su sentido originario, significaba posesión del ganado: Actualmente, cuando usamos la palabra «capital» indicamos el dinero; pero «capital», originariamente, significó rebaños, contados por cabezas. La palabra inglesa chattels (biem-s) se deriva de cattle (ganado), y «pecunia», la palabra empleada durante más tiempo por la humanidad para designar el dinero, viene de pecus, que también significa ganado, en latín. Desde Irlanda hasta la India, el buey ha sido la medida originaria de valor y del número de ganados que el hombre poseía, se derivaba y mantenía su rango y su poder.

El secuestro de rebaños domesticados puso la riqueza en manos de los jefes: Los ganados de cuernos fueron desde lueso de gran importancia para el hombre en la época pastoril de la sociedad; le proporcionaban carne y leche. En aquellos días, los medios usuales de obtener una gran masa de este capital primitivo consistían en una expedición en su busca, tal como las que constituyen el tema de las piezas más celebradas de la antigua literatura irlandesa. Allí se lee cómo el rey de Connaught reunió un ejército para robar al rey de Ulster un toro maravilloso.

Naturalmente, en estas guerras de expoliación la mayor parte del botín despojado se la apropiaban las clases nobles, cuya ocupación era la guerra y que tenían un monopolio de los beneficios de la profesión. Así se producía ya una profunda diferencia entre los ricos y los pobres antes de que las tribus se fijasen sobre el suelo. Los medios de cultivar la tierra estaban en manos de los jefes y de los nobles, y los hombres pobres de la tribu tenían con frecuencia que solicitar de su señor el ganado que necesitaba para arar su tierra.

Cómo la riqueza pastoril se convirtió en territorial cuando el buey reemplazó al azadón: La tierra misma era prácticamente inútil. La población era pequeña, y, resi diendo en un lugar de la tierra, sólo se hubieran obtenido grandes extensiones de brezos y matorrales. La tierra era una cosa superflua, pero el capital era extremadamente perecedero y aumentaba con gran dificultad y se concentraba en muy pocas manos. La propiedad privada de los instrumentos de cultivo dio, valor y especial importancia a la posesión del suelo.

El resultado fue que el hombre rico, en la edad pastoril, se hizo todavía más rico y poderoso el día en que el buey arrastró el arado y substituyó al azadón, que había ideado y usado originariamente la mujer de la tribu.

¿Qué utilidad tendría el derecho de pesca sobre cierta porción del mar a un hombre que no tuviera barca? .No mucho más útil fue el derecho a cultivar cierta porción del suelo para los que no tenían ni bueyes ni arado. Desde el comienzo de la época agrícola, el jefe y los nobles se convirtieron en los mayores terratenientes por el hecho de que tenían los más numerosos rebaños. Ningún hombre de la tribu les disputaba sus vastas propiedades. Había una superfluidad de mera tierra y, al mismo tiempo, una falta lamentable de los medios de cultivarla.

Por otra parte, era urgente para la tribu obtener una provisión abundante de alimento. Esto la permitía multiplicarse más de prisa que sus enemigos y aumentaba de otro modo la fuerza guerrera del grupo.

Cómo el ganadero rico cambió existencias por servicios: Debe notarse que las primeras razas de la época agrícola tuvieron que luchar y abrirse paso en una Europa ocupada por dos razas de hábiles e intrépidos cazadores. Aquella lucha comienza en la Nueva Edad de Piedra, y aunque los invasores agrícolas no serían probablemente mejores guerreros que los cazaclores indígenas, pudieron vencer por la fuerza del número. Podían sostenerse un millar de agricultores donde sólo un cazador puede lograr alimento. Así las razas agrícolas obtuvieron nuevos terrenos, que parcelaron, roturaron y vinieron a aumentar sus recursos.

Fue así mala política para los jefes y los nobles ricos conservar más ganado que el necesario para trabajar sus propios terrenos. Aquí parece arraigar la costumbre que dio origen al sistema señorial de tener la tierra. Estaba en el interés de los jefes y nobles adscribir a su persona tantos guerreros como le fuera posible. Con este fin «prestaba capital», es decir, daba a sus hombres el ganado por medio del cual podían cultivar su porción de la tierra tribal, y en cambio les exigía la prestación de varias clases de servicio.

La nueva posición que asumió el hombre de la tribu al aceptar capital del jefe variaba según la cantidad de ganado recibido. El terrateniente libre tomaba solamente una pequeña cantidad y permanecía siendo libre y conservando sus derechos tribales. En Irlanda—el único país del cual tenemos completos detalles de esta práctica—su posesión duraba siete años; al cabo de este tiempo tenía que devolver el ganado que había recibido.

Durante los siete años el jefe tenía derecho a la leche, al estiércol y a las crías, y el otro usaba el ganado para los fines agrícolas exclusivamente. También tenía que ayudar a recoger las cosechas del jefe y a la construcción del fuerte. Desde luego que estaba obligado a seguir al jefe en la guerra.

Si un hombre de la tribu aceptaba una gran cantidad de ganado de un jefe, descendía a una posición semejante a la de un pequeño arrendatario respecto del señor. Perdía en parte su libertad y sus deberes se hacían muy onerosos. Tenía que pagar una fuerte renta en víveres, la cual se convirtió, con el tiempo, en una renta pagada por la tierra, y en ciertos períodos, que duraban un número fijo de días, él, su casa y sus bienes tenían que estar a disposición de sus jefes. Se convertía en un doméstico.

La multitud de personal dependiente alrededor del hombre rico: Hasta aquí el sistema del préstamo de ganado no alteró grandemente la condición ordinaria del nombre de la tribu. Introdujo un primer lazo de unión política entre el jefe y sus hombres, y quizá capacitó a los jefes para un fuerte ejercicio de la autoridad sin jugar sobre las supersticiones d*d pueblo, como habían hecho los viejos jefes hechiceros.

Los asuntos políticos fueron separados de la práctica de la magia, y la organización de la tribu o de la nación fue más lucidamente cometida y más perfectamente realizada. Pero este empleo de los primeros puebios agrícolas no favoreció en nada la libertad del sujeto.

El poder del jefe rico y victorioso aumentó a expensas de los hombres de la tribu. Prestando ganados a extraños de otras tribus y cediéndoles algunas de las tierras desocupadas, vemos a su alrededor un ejército de dependientes personales que eran distintos de los hombres de la tribu.

Los dependientes debían al jefe una renta por la tierra y otra por el préstamo, y así ellos le hacían aumentar su fuerza y su poder a costa de la tribu. Probablemente la tribu se hizo más fuerte para defender o atacar por esta adición a la población del territorio; pero cada dependiente extraño reducía la extensa tierra del pasto común.

Cómo el buey de arar hizo provechosa la labor del esclavo: Pero el rasgo peor de la primitiva sociedad agrícola fue el hecho de que el arado tirado por los bueyes hiciese provechosa la labor del esclavo.

Los jefes y los nobles ricos en ganados tenían ahora un nuevo interés por emprender la guerra. Cada prisionero que cogían era una nueva fuente de riqueza, porque aquel trabajador esclavizado le permitía aumentar los dominios que cultivaban. En muchas partes de Europa los siervos parecen haber tenido un origen distinto que el de las razas dominantes.

Procedían probablemente de los antiguos habitantes aborígenes del país. Familias o subtribus formadas de ellos sirvieron de leñadores o de portadores de agua a los hombres libres de la tribu. Otros permanecieron en una condición de especial servidumbre para el jefe o se hicieron dependientes de él, o fueron dedicados a cultivar sus propios dominios y a guardar sus rebaños, o fueron colocados por él en lugares separados en la parte ociosa de la tierra de la tribu. La renta o servicio que tenían que pagarle por el uso de esta tierra parece que era determinada solamente por el capricho del jefe.

La utilidad del buey expresada en una dignidad religiosa por los hindúes: Así vemos que la historia de un rebaño con cuernos está desdichadamente mezclada con la de una gran parte de la humanidad. Las mismas causas que alteraron la posición del buey y le convirtieron en un instrumento de la agricultura produjeron también una gran difusión de la esclavitud. La santificación del buey entre los hindúes, haciendo de su carne un alimento ilícito, parece haber estado conexionada con el deseo de conservarle para el cultivo, y la dignidad legal de la propiedad de los bueyes entre los romanos parece responder a su dignidad religiosa entre los hindúes.

En aquel tiempo, cuando el ganado tuvo la mayor utilidad para el hombre, comienza la lucha entre el capital y el trabajo. Hasta cuándo duró en la Nueva Edad de Piedra apenas tenemos medios de averiguarlo, aunque podemos discernirlo en algunas rápidas ojeadas sobre los acontecimientos más salientes de aquellos días lejanos.

Por qué los celtas, conquistadores, perdonaron a los iberos:, pequeños y morenos: Las primeras de las razas cultivadoras de Europa fueron los iberos, que todavía forman una parte considerable de la población, aun en las Islas Británicas. Con frecuencia se les llama raza mediterránea, ya que se encuentran en gran número en las costas meridionales de Europa. Ellos fueron quienes primero poblaron el Egipto y echaron los cimientos del admirable estado agrícola regado por el Nilo.

Se extendieron a través de las Islas Británicas, y probablemente erigieron el dolmen de Stonehenge y los demás extraños círculos de piedra que allí se encuentran, y construyeron la maravillosa villa lacustre de Glastonbury, aunque es muy dudoso que conservaran su posesión. Porque aun cuando fueron un pueblo muy ingenioso, pequeño de estatura, con cabellos y ojos negros, no podían competir en fuerza corporal con el celta, alto, melenudo y de ojos azules, el irlandés y el gales, que invadieron sus territorios.

Quizás en circunstancias ordinarias los íberos hubieran sido extinguidos o arrojados de tpda la tierra fértil. Ellos habían exterminado a los cazadores de la Antigua Edad de la Piedra, y fueron a su vez conquistados en el curso del tiempo. Cuando los celtas descubrieron la manera de hacer las armas de bronce para atacar lo barrieron todo ante sí e invadieron toda la Europa meridional y occidental, desde Grecia hasta Irlanda.

Los agricultores iberos, sin embargo, eran demasiado útiles para ser destruidos o expulsados como lo habían sido los antiguos cazadores. Así fueron reducidos a la esclavitud y adscritos a la tierra, y de ellos descienden muchos de los siervos de la Europa meridional y de las Islas Británicas. En otros casos, una población esclava nació de la guerra. Al mismo tiempo, muchos de los hombres libres de la tribu perdieron algo de su independencia por haber contraído deudas de ganado con los jefes y los nobles.

Así, en los comienzos de la historia, encontramos algunas de las razas principales de Europa divididas en dos o tres clases. Casi todo el poder y la riqueza son poseídos por la clase noble y un gran número de campesinos han tomado ganado a préstamo y se han convertido en deudores de las clases superiores. El caso de los patricios y los plebeyos de la Roma primitiva es el mejor conocido. En los comienzos de la historia de Roma nos encontramos a los romanos de la plebe en servidumbre económica de la nobleza.

Del mismo modo, en el comienzo de la historia de Atenas nos encontramos con que la plebe la forman los esclavos, en servidumbre, por deuda, de la aristocracia.Cómo la servidumbre por deuda divide las primeras sociedades Estos dos hechos son muy curiosos y se han hecho muchas tentativas para explicarlos. La más plausible de todas es la sugestión de que la repetición de malas cosechas puso a los pequeños agricultores de Atenas y de Roma a merced de las nobles ricos.

Pero cuando Julio César invadió las Galias encontró que aun los bárbaros de aquel país estaban divididos en una clase noble y otra plebeya, y una de las causas principales de esta división dice que era el gran número de deudores. «El pueblo era considerado en gran parte, como esclavos, sin ninguna voz ni iniciativa en los negocios públicos, y muchos de ellos son forzados por las deudas o por la presión de los impuestos, y aun por la violencia, a convertirse en los esclavos de los más poderosos.»

Una gran cantidad de luz ha sido arrojada sobre esta observación de Julio César por el estudio de las leyes Brehon de la antigua Irlanda. De este estudio se deduce que fue el «préstamo de capital» para los fines de cultivo lo que capacitó a los jefes y a los nobles a extender su dominio sobre los villanos. Con mucha frecuencia, no se admitía voluntariamente el donativo de ganado, porque significaba sometimiento, y los hombres de tribu sólo lo recibían bajo la amenaza, de la violencia.

Hay, sin embargo, otro pasaje en la " obra de Julio César que algunos autores han supuesto que muestra, entre las tribus germanas al menos, que la aldea comunal libre era una institución originaria y general. César condujo una expedición sobre la orilla izquierda del Rhin que duró diez y ocho días, y notó el hecho de que entre los teutones «no había propiedades separadas ni límites privados». César, sin embargo, no nos muestra nada semejante a una tenencia comunal de la tierra, con una asociación de hombres libres que cultivasen en común el suelo y del cual fueran ellos los propietarios comunales.

Lo que describe—y es cosa muy distinta—es a los jefes disponiendo del suelo, del cual parecen ser losúnicos propietarios y poseedores, y cada año renovándose de un lugar a otro un grupo de hombres y un cierto número de familias.

El pueblo parece haber tenido pocos derechos y poco poder. Porque los jefes se apoderaron de tanta tierra como creyeron necesitar y en el sitio que quisieron y forzaron a los villanos a trasladarse de un sitio para otro. Tácito dice también que los teutones estaban divididos en una clase noble, otra clase de hombres libres y otra clase de esclavos. Los hombres libres ocupaban una posición sólo un poco superior a la de los esclavos.

Cómo el hombre de la tribu perdió al fin su derecho nativo a participar de la tierra común: Así aparece como los nobles teutones surgen a la luz de la historia con tanto poder sobre los villanos como el que poseyeron las clases superiores en Grecia, Roma e Irlanda. Es cierto que cuando la razas teutónicas descendieron de sus bosques septentrionales hasta el Imperio romano y dividieron la tierra que conquistaron, tenían ideas interesantes y claras acerca de la propiedad privada del suelo. No conocían nada acerca de la comunidad de la tierra y nunca la practicaron.

Por ejemplo, en el año 68o, el rey de los sajones del sur concedió a San Wifredo la península de Selsey, con las personas y propiedades de todos sus habitantes y, entre éstos, doscientos cincuenta esclavos. Casi todas las primitivas concesiones de tierra, comenzando ya en el 674, transfieren expresamente con el suelo sus cultivadores, que son llamados siervos. El país estaba dividido, de hecho, en dominios pertenecientes a uno o más propietarios y culi irados por colonos más o menos serviles. Este sistema de propiedad de la tierra no es-tuvo confinado en Inglaterra, sino que triunfó también en la Europa occidental.

Lo que los terratenientes libres, descendientes de los hombres libres de la tribu, retenían fue un derecho sobre las tierras desocupadas. Hasta el siglo XIV, en Gales, todo hombre libre de la tribu tenía un derecho innato a una cierta cantidad de tierra para cultivarla.

Este derecho de nacimiento, sin embargo, no pudo sustentarse; cuando la población hubo aumentado de tal modo que no había ya más tierras sobrantes que dividir. En tanto que la tierra era una superfluidad y que podía ser obtenida por cualquier hombre con medios para cultivarla habría pocas o ninguna restricciones al derecho innato de los galeses.

Este hecho conduce a nuestro punto de vista de que no había en los primeros tiempos una propiedad común de la tierra cultivable, sino solamente una oportunidad para obtener la.posesión individual o familiar de una parte del suelo. La cantidad de tierra que obtenía un hombre dependía de la cantidad de bueyes o de caballos y el número de esclavos o dependientes que tenía.

Por otra parte, no hay razones para suponer que el primitivo señor tuviese ningún derecho de propietario en las tierras desocupadas. Indudablemente, podía dejar a un hombre que se estableciese en una parte de ellas; pero esto fue originariamente, en atención al beneficio general de los hombres de la tribu, porque aumentaba su número y sus recurso alimenticios. Pero cuando la tribu fue ya muy numerosa y las tierras sobrantes se habían convertido en pastizales comunales muy estimables, la llegada de un extranjero bajo la protección del señor no fue mirada con gusto.

El prado, y el campo y los parques de recreo que se encuentran todavía en muchas aldeas de Inglaterra representan una especie de tradición comunal. Proceden de los tiempos en que los villanos libres tenían un derecho innato a apropiarse y cultivar una parte de la vasta tierra sobrante, cuyas extensas tierras a su vez eran un remanente de los días libres, migratorios, de pastoreo y de caza.

En Inglaterra, sin embargo, la conquista normanda privó a los pecheros de este vestigio de las edades pastoriles. Porque los legisladores normandos crearon ziadualmente la idea de que lo comunal era lo sobrante del señor y éste podía hacer de ello lo que quisiera. Los normandos hicieron con los ingleses lo que los ingleses habían hecho con los galeses y los galeses, a su vez, con los iberos.

Hasta donde alcanzaba la fuerza llegaba, entonces, el derecho. Pero aun los mismos iberos no podían quejarse, porque sus antepasados habían sido todavía más duros con la raza que conquistaron.

Lo que hizo la conquista normanda fue solamente desenvolver de un modo firme y lógico el principio del feudalismo, que había estado siempre implícito en las tribus agrícolas de Europa desde que el buey fue uncido al arado. El inteligente y práctico normando derivó de él todos los beneficios posibles mediante su riguroso sistema feudal, porque fue un organizador admirable. Desterró de la raza inglesa los restos de prácticas sentimentales y supersticiosas y colocó todos los asuntos políticos en un terreno de buen sentido práctico.

En los antiguos días, un villano estaba unido a su jefe tanto por el sentimiento como por la ley, porque en muchos casos el jefe fue considerado como el descendiente de un dios, por quien un hombre cualquiera daría gustosamente su vida. Aun cuando con la difusión del Cristianismo se desvanecieron las antiguas supersticiones, subsistió una lealtad apasionada hacia el jefe, en la cual influía mucho una emoción no razonada y heredada de los antiguos días paganos.

Ahora bien, una ciega y vehemente adhesión a la persona del jefe es siempre una cosa bella y romántica. En algunas circunstancias, es eficaz en la guerra. Pero cuando un país es fragmentado bajo un número de jefes, la mayor parte de los cuales son fieramente ambiciosos, la lealtad apasionada de sus secuaces no conduce a la unidad nacional ni al desenvolvimiento político.

El normando, con su mano fuerte y su esforzado ánimo, forzó a los villanos y siervos ingleses a mirar las cosas como realmente eran y a luchar por su propia tierra. Durante centenares de años se habían entregado al feudalismo sin mirar dónde iban. Los normandos apresuraron sencillamente el progreso: suprimieron a una población de usufructuarios, dependientes y esclavos, sus últimas ilusiones, y la llevaron a luchar para abrirse el camino de la libertad.

En el «Doomsday Book»—el gran catastro hecho por Guillermo el conquistador—hay algunas ligeras indicaciones de que había comenzado la batalla por la libertad, porque parece haber existido aldeas en las cuales se había expulsado al señor.

Pero, por regla general, la lucha por la libertad y la independencia comienza en las ciudades grandes y prósperas, donde la clase media, por su riqueza y su organización, pudo resistir las fuerzas del feudalismo.

El comienzo de la lucha por la libertad entre el señor y el campesino: En el campo, en tanto, los asistentes y ayudantes del señor se combinaron para suprimir el «préstamo de capital». Los campesinos adoptaron un sistema de cooperación y comenzaron a proporcionarse sus propios arados y arreos y a criar sus propios caballos y ganado en general. De este modo pudieron escapar de las más degradantes formas de servidumbre. En vez de trabajar juntos para el señor comenzaron a trabajar jumos para ellos mismos.

Conforme aumentó su ritpieza fueron capaces de obtener, primero, «Cartas», y luego escrituras de arrendamiento, y los más distinguidos entre ellos gradualmente se convirtieron en el arrendatario o colono moderno, y al cabo en la honorable posición del moderno hacendado agricultor, poseedor de tierra libre, al valor anual de 40 chelines, y con derecho a actuar como jurado y a votar por el caballero del condado.

La libertad es una cosa noble y preciosa. Da a la raza que verdaderamente ha sabido ganarla una capacidad, variedad y atento poder de iniciativa personal que con frecuencia influye más en el avivamiento del progreso que todas las demás fuerzas humanas. Pero hasta que la sociedad no fue organizada de un modo firme y permanente para los fines corporativos no se hizo posible la libertad individual.

No debemos, por consiguiente, pensar que siempre ha habido precedentes en la historia pasada de nuestra raza para todos los avances hacia una libertad más amplia, por la cual ahora laboramos. Las aldeas comunales de la Edad Media, por ejemplo, estuvieron muy lejos de ser un modelo para la imitación moderna.

Derivadas de la rígida organización del trabajo en el señorío, no lograron ningún progreso para la agricultura ni para la libertad personal de los campesinos. Tenemos ahora que ver cómo el primitivo sistema de la posesión común, que tanto se generalizó en Inglaterra, cuando fue colonizada América fué suplantado por un sistema más eficaz de granjas separadas y de cultive científico.

Fuente Consultada:
Enciclopedia Moderna de Conocimientos Universales Tomo VI - Editores W.M. Jackson , Inc. Capítulo 24 - La Propiedad de La Tierra -


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