El Negocio de la Esclavitud en America
El Negocio de la Esclavitud-Esclavos Africanos Inmunes a la Viruela
Los españoles comenzaron a importar esclavos africanos, que eran menos propicios a contraer la viruela.
Esta enfermedad, de las más mortales para los europeos y en grado superlativo para los naturales del Caribe, se había propagado a África, de modo que los africanos habían desarrollado inmunidad natural.
Los primeros esclavos africanos fueron comprados a los barcos portugueses hacia 1530, comenzando así un comercio que iría en rápido aumento durante los siglos dieciséis y diecisiete, para alcanzar su máximo desarrollo en el dieciocho.
Asimismo, en el siglo XVI, los españoles se dieron cuenta de que la mano de obra esclava volvía altamente rentable la cosecha manual de la caña de azúcar, que habían sembrado en la Española y otras islas del Caribe.
Así que compraron más esclavos.
Hacia 1700 llegaban anualmente 4.000 esclavos a las islas dominadas por los españoles.
Los ingleses, que desarrollaban en 1607 su primer asentamiento permanente en Norteamérica, en Jamestown, Virginia, no tardaron mucho en iniciar la importación de esclavos.
Poseían también un cultivo lucrativo que exigía gran cantidad de mano de obra: el tabaco.
En 1619 los nuevos virginianos comenzaron a utilizar esclavos en sus plantaciones.
Portugal llevó tantos esclavos a Brasil que, hacia 1800, la mitad de la población de ese inmenso país era de ascendencia africana.
El tráfico de esclavos fue, entre 1500 y 1800, uno de los más seguros medios de enriquecerse en el negocio de embarques.
Los europeos se unieron a los tratantes árabes y a los jefes locales africanos, que podían también hacer fortuna en esta horrible profesión.
Holandeses, ingleses, franceses y daneses compitieron con los portugueses en el establecimiento de factorías de esclavos en África.
En 1713, España concedió a Inglaterra el monopolio del suministro de 4.800 esclavos anuales a sus colonias americanas, durante 30 años.
El acuerdo se llamó Asiento de Negros.
Se ignora el número de personas que fueron capturadas y vendidas, pero alcanza tal vez la cifra de siete millones, solamente en el siglo dieciocho.
Una de las razones por las cuales es tan difícil de establecer la cantidad era la elevada mortalidad durante el viaje.
Las condiciones a bordo de los barcos de esclavos, donde la gente iba encadenada en bodegas que medían algo más de un metro de altura, eran penosas.
Muchos fallecían en esas sentinas en medio de la inmundicia, la enfermedad y la desesperación. Los marineros arrojaban los cadáveres por la borda, sin ninguna ceremonia.
EN TOTAL, ALREDEDOR DE 10 MILLONES de esclavos africanos se transportaron al Nuevo Mundo entre el siglo XVI y el XIX.
Se estima que 50 por ciento de ellos fue embarcado en navíos británicos y el resto en barcos franceses, holandeses, portugueses, daneses y, después, estadounidenses.
Una razón de la asombrosa cantidad de esclavos, naturalmente, era la alta tasa de mortalidad.
A los esclavos se les apiñaba en forma apretada en buques de carga, de 300 a 450 por barco, y se les encadenaba en bodegas o calas sin instalaciones sanitarias ni suficiente espacio para permanecer de pie.
Así permanecían durante su viaje a América, el cual duraba por lo menos cien días.
La tasa de mortalidad alcanzaba diez por ciento, excepto en viajes más largos, en los cuales, debido a tormentas o vientos adversos, la tasa llegaba a ser más alta.
Los africanos que sobrevivían al viaje estaban expuestos a enfermedades ante las que tenían poca o ninguna inmunidad.
La tasa de mortalidad era menor entre los nacidos y criados en el Nuevo Mundo.
La nueva generación logró inmunizarse ante muchas enfermedades más graves.
Los patrones pocas veces estimulaban a sus esclavos a tener hijos.
Muchos de los dueños, sobre todo de las Antillas, creían que era menos caro comprar un nuevo esclavo que criar un niño, desde su nacimiento hasta la adolescencia, para que pudiera trabajar.
Antes de la llegada de los europeos en el siglo XV, la mayoría de esclavos de África eran prisioneros de guerra o muchos trabajaban en el servicio domestico sin salario alguno, solo por la comida.
VIDEO SOBRE EL COMERCIO DE ESCLAVOS
• PARA SABER MAS...
Se dice que el contrabando significó para los habitantes de Buenos Aires una bendición que llegaba para aliviar la situación de extrema necesidad por la que transitaban sus días.
Pero no todas eran alegrías, ya que el puerto también fue la puerta de entrada de epidemias que se propagaron hacía el interior del territorio causando estragos.
Esta situación se vio favorecida por la precariedad de los asentamientos urbanos, especialmente el de Buenos Aires, que no sólo no disponía de un abastecimiento regular de agua potable sino que además se destacaba por la proverbial suciedad de sus calles, donde se multiplicaban alegremente todo tipo de insectos y alimañas.
La viruela, el tifus, la fiebre tifoidea, la difteria y la tuberculosis -por sólo nombrar las más conocidas- merodearon periódicamente por estas tierras y alcanzaron el rango de epidemias en numerosas oportunidades a lo largo de todo el siglo XVII y aún bien entrado el siglo XVIII.
Uno de los vehículos más aptos -aunque no el único- para la Introducción de enfermedades fueron los cargamentos de esclavos que llegaban en pésimas condiciones sanitarias.
Luego de una penosa travesía, donde los alimentos escaseaban, muchas veces arribaban en pleno invierno sometidos a bajísimas temperaturas y desprovistos de abrigo.
Era de esperar entonces que con frecuencia se dieran situaciones como las que a principios del siglo XVIII denunciaba el Procurador General porteño, al señalar que el facultativo designado para el control de un barco negrero "halló en él trescientos y más negros y negras que habiéndoles reconocido uno por uno, están la mayor parte enfermos con diferentes enfermedades, como ser algunos de ellos con tina, otros con diferentes especies de calenturas... y las restantes con viruelas, las que tiene por enfermedad epidémica...".
La experiencia indicaba que una vez instalada la enfermedad era ir-probable el remedio o la cura, y que les escasos y dudosos especialistas en e arte de sanar no contaban ni con el saber ni con los recursos necesarios para poder detenerla.
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