Biografia de Francisco Javier :Santo Jesuita Misionero Español
Biografia de Francisco Javier :Santo Jesuita Misionero Español
San Francisco Javier (1506-1552), religioso jesuita y misionero español, llamado el Apóstol de las Indias.
La figura de San Francisco Javier está considerada por los historiadores como una de las más interesantes y sugestivas de todas las épocas.
Es cierto. La vida del santo andariego, desde que inició su gran aventura en plena juventud, resulta apasionante por la extraordinaria fe y el gran espíritu que presidieron todos sus actos.
Nació el 7 de abril de 1506 cerca de Pamplona (Navarra) y estudió en la Universidad de París, donde conoció, en 1529, al asceta español Ignacio de Loyola, al que se unió en 1534 para fundar la Compañía de Jesús.
En 1537, año en que se ordenó sacerdote, se convirtió en primer secretario de la Compañía.
Como miembro de la Compañía de Jesús, empleó las lenguas y las costumbres nativas en su labor evangelizadora.
Predicó en la India a partir de 1542 y, posteriormente, se trasladó a las islas Molucas, Ceilán y Malaca.
Durante su estancia en Japón (1549-51) fundó diversas comunidades.
Murió camino de China. Es el patrono de las misiones. Escribió Epístolas.
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"Español auténtico, navarro de recio temple, jesuíta de la primera hornada, hombre esforzado y tenaz, apóstol de Oriente, vagabundo de todos los caminos, trotamundos infatigable, excepcional evangelizados fecundísimo misionero, titán de hazañas inigualables, aventurero de sublimes ideales, caballero andante de heroicas acciones, voluntad indomable, espíritu activo y arriesgado, hombre impetuoso y apasionado, inteligencia profunda, clara y muy viva, defensor acérrimo de los desamparados, alma de una generosidad ilimitada, ejemplar capitán de milicias espirituales, incansable predicador de la verdad en regiones lejanas e inhóspitas, tesonero luchador, sacerdote de corazón alegre, juvenil y humilde, carácter fuerte como la roca, penitente duro y áspero, místico soñador, y amigo de todos los peligros.
Éste fue San Francisco Javier. Un Santo, como dicen muchos, muy a la española."
Fuente: Celebridades Biblioteca Hispania Ilustrada Editorial Ramón Sopena
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El 25 de octubre de 1619, el papa Pablo V beatificó a Francisco Javier. Y el 12 de marzo de 1622, el papa Gregorio XV le elevó a los altares, al mismo tiempo que a San Ignacio de Loyola, el maestro del apóstol, y a otros santos.
Vista aérea del castillo de Javier, lugar de nacimiento de san Francisco Javier, situado en el extremo oriental de la Comunidad Foral de Navarra, próximo al límite con Aragón.
El castillo de Javier, uno de los más pequeños y modestos de los muchos que esmaltaban la superficie de la España de entonces, considerado como un diminuto y casi insignificante guardián del paso hacia los Pirineos, superó en mucho la fama de sus otros hermanos mayores.
Escalera interior del castillo en donde vivió Francisco Javier
• PASAJES DE SU VIDA Y OBRA:
Francisco Javier comienza sus estudios en la Universidad de París:
En el mes de septiembre de 1525, Francisco de Jassu y de Azpilcueta, llamado Francisco Javier, cruzó la frontera de los Pirineos a lomos de su caballo, camino de la capital francesa.
Con aquella marcha daba su adiós definitivo al castillo de Javier y a todos los suyos, pues nunca más volvió a verles.
La buena doña María de Azpilcueta murió cuatro años después de la marcha del joven Francisco, y con esta muerte, el estudiante se sintió todavía más desligado de los suyos de lo mucho que ya lo estaba.
A pesar de que el viaje desde Navarra a París debió ser interesante, Francisco no dejó escrita ninguna referencia sobre él.
Con ánimo bien dispuesto y ansioso de saber, dejó atrás su patria a la que siempre tuvo muy presente en su corazón, para mirar de frente el nuevo camino que se le abría.
Con aquel adiós a Javier se cierra el capítulo más oscuro, menos conocido, de la vida de Francisco.
Francisco Javier inicia una relación con Ignacio de Loyola:
El día 2 de mayo de 1528 llega a la misma Universidad de París un español de treinta seis años, rubio, cojo que había hecho un largo camino desde la ciudad de Barcelona, ese español era Iñigo de Loyola, nombre que mas tarde cambiaría por Ignacio.
Desde el mismo momento que conoció a Francisco notó las aptitudes de este como ayudante en sus planes religiosos, pero Francisco no tenía oídos para sus proyectos.
Ciertamente, Francisco no gastaba ningún miramiento con su compatriota, pero éste sabía callar y esperar.
Ignacio nunca se enfadaba ni se molestaba, ni siquiera se entristecía por la actitud de Francisco.
Estaba seguro de que algún día el incrédulo acabaría por creer, de que algún día se uniría a su causa, y de que juntos harían grandes cosas.
Por eso no desmayaba ni cejaba en su empeño, e ignorando las burlas y sarcasmos del compañero, proseguía la tarea de atraérselo.
Se dice, aunque no se tiene prueba de ello, que Iñigo disparaba una y otra vez en los oídos de Francisco: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?.»
Y se dice también que al cabo ésta fue la máxima que presidió la obra de Francisco Javier.
Francisco Javier es Convertido a Jesuita:
Después de cinco largo años de reuniones, debates y cuestionamientos, Loyola logra convencer a Francisco.
Poco después de haber pronunciado el triple voto (castidad, pobreza y peregrinación) , Francisco Javier se dispuso a realizar los «Ejercicios Espirituales».
Se retiró a un lugar de las afueras de París, que sólo Ignacio conocía, y allí permaneció aislado del mundo durante cuarenta días, dedicado a las más severas penitencias y a las más profundas meditaciones.
Aquellos días en su solitario retiro, solo interrumpido por las consoladoras visitas de Ignacio, fueron días de una lucha agotadora, gigantesca, digna del alma vehemente y apasionada que albergaba el cuerpo de tan gran español.
Tan duros llegaron a ser sus martirios, tratando de castigar sus pasadas vanidades como atleta, que sus compañeros temieron que se le tuviera que amputar por lo menos uno de los brazos, pero no fue así.
Santo Cristo de Javier que se encuentra en el castillo. Es del siglo XIII y según la tradición sudó sangre el día de la muerte de Francisco
• EL PEREGRINAJE DE SU CADAVER:
En un ataúd de madera recubierto de cal, fue enterrado el cuerpo de Francisco Javier y sepultado al otro lado de la isla, frente al mar, en tierra de gentiles.
Y allí quedó en su tumba solitaria, marcada sólo por unas piedras que el buen Antonio puso para que el mundo supiese dónde descansaba el cuerpo frágil y fatigado del jesuíta.
Pasado el invierno, a mediados de febrero de 1553, el Santa Cruz se dispuso para regresar a Malaca.
Ninguno de sus tripulantes había pensado ni remotamente llevarse el cuerpo del misionero.
Pero el chino Antonio, devoto hasta el fin, insistió una y otra vez cerca del capitán,
Y consiguió que el ataúd fuese desenterrado de la playa y trasladado al barco, el cual atracó en el puerto de Malaca el 22 de marzo.
El recibimiento dispensado a los restos mortales del apóstol fue conmovedor y unánime.
Una inmensa multitud le acompañó hasta la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, donde tantas veces había resonado su voz. Se celebraron solemnes oficios por su alma, y se dio cristiana sepultura a su cuerpo, revestido de ropas sacerdotales, en una fosa cavada en la roca, detrás del altar mayor.
Sin ataúd, en contacto directo con la tierra, sólo el rostro protegido por un lienzo blanco.
El 15 de agosto de 1553, cinco meses después de ser sepultado en Malaca, en esa fiesta de la Asunción que tan significativa fue en su vida, el fiel amigo del apóstol, Diego Pereira, y el heroico padre Juan de Beira se llegaron secretamente, por la noche, hasta la tumba de Francisco Javier.
Ayudados por unos hombres leales y a la luz de una linterna, desenterraron el cuerpo querido y comprobaron que estaba intacto, como dormido, con los colores de la vida en su rostro.
Los dos amigos, llevando a extremos su devoción por el muerto, decidieron que la tierra pobre de Malaca no era digna de albergar en su seno aquel cuerpo bendito. Tenían que trasladarlo a Goa.
Rellenaron la tumba vacía.
Y con el mayor sigilo y todas las precauciones, llevaron el cuerpo del misionero a casa de Pereira, donde lo encerraron en un féretro forrado de rica seda y cubierto de brocado.
El 11 de diciembre, cuando el apóstol ya llevaba más de un año muerto, el féretro con su cuerpo fue embarcado en un viejo barco que se dirigía a la India.
Ni después de muerto pudo el eterno viajero librarse de las azarosas navegaciones y las más extrañas aventuras.
Porque la travesía desde Malaca hasta Goa, con escala en Cochín, no fue precisamente tranquila. Y porque el hecho de robar su cuerpo de la tumba, guardarlo meses en una casa y embarcarlo hacia otro destino, todo en el mayor secreto, tampoco es una aventura corriente.
Goa recibió al apóstol muerto con una explosión de fervor y amor indescriptibles. El recuerdo del infatigable y andariego misionero sacudió el alma entera de la población, desde el virrey hasta el más pobre de los ciudadanos, y todos los pechos se llenaron de sollozos y los ojos de lágrimas.
Era la medianoche del 15 de marzo, Jueves Santo, cuando llegó a la playa, y era el amanecer del Viernes Santo cuando la multitud le dio su devota bienvenida, con un fondo de campanas al vuelo.
Fueron cuatro días de incesante desfile ante el cuerpo incorrupto expuesto a los fieles.
Fueron cuatro días de respetuosa veneración y de escenas conmovedoras.
Luego el cuerpo fue encerrado en una urna dispuesta por los jesuítas y sepultado en la iglesia de San Pablo, junto al altar, al lado del Evangelio.
Pero tampoco allí el descanso terreno iba a llegarle, aunque él sí disfrutaba ya enteramente del descanso eterno y glorioso.
Sus reliquias fueron trasladadas de uno a otro lugar, en una peregrinación parecida a la que fue su vida.
Era preciso examinarlas una y cien veces, para esclarecer los motivos de su incorruptibilidad. Por último, el cuerpo reposó tranquilo en la capilla donde actualmente se venera.
El 25 de octubre de 1619, el papa Pablo V beatificó a Francisco Javier. Y el 12 de marzo de 1622, el papa Gregorio XV le elevó a los altares, al mismo tiempo que a San Ignacio de Loyola, el maestro del apóstol, y a otros santos.
Por último, el papa Benedicto XIV proclamó al gran santo español, navarro de pro, patrón de la India y de todo el Este, y más tarde fue nombrado Santo Patrono de todas las misiones de la Iglesia católica.
Actualmente San Francisco Javier es venerado por todo el mundo, sin distinción de razas ni color ni religión.
Él fue amigo de todos los gentiles, fue su apóstol, y todos los gentiles le tienen por un amigo aunque no se hayan decidido a abrazar la fe que él predicó con tanta ilusión.
Y no digamos de los cristianos, para los que San Francisco Javier es uno de los amigos más queridos, más sinceros, más propios.
Es un símbolo, un ejemplo, un mito, una hermosa leyenda, una estrella.
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