Adelantos Tecnológicos en la Edad Moderna
Adelantos Tecnológicos en la Edad Moderna
Los mayores avances técnicos durante el Renacimiento se lograron en el campo de las industrias prácticas -como la textil o la imprenta- y en aquellas que permitían alcanzar riqueza o poder como la minería, la metalurgia o la navegación.
Muchos de los progresos técnicos alcanzados durante este período fueron posibles gracias a la importancia otorgada al estudio de la química y de la física y a la aplicación de sus propiedades.
Distintas innovaciones aceleraron el desarrollo de la actividad textil: el perfeccionamiento de los telares permitió que aumentara el número de tejidos producidos y, a partir del siglo XV se generalizó el cardado de lana -operación que desenreda la fibra formando hilos-.
También se difundieron nuevas telas, más baratas, más livianas y con mayores variaciones de color.
La imprenta, introducida en Europa a mediados del siglo XV, trajo consigo el desarrollo de la industria del papel.
Mediante la palabra escrita y las ilustraciones, la industria editorial contribuyó a la divulgación de la cartografía y de los tratados técnicos, como los de agricultura, de metalurgia y de arte militar.
Nuevos recursos técnicos facilitaron en el siglo XV la ampliación del mundo conocido por los europeos: mapas y portulanos, innovaciones en las embarcaciones y el perfeccionamiento de viejos instrumentos de medición permitieron realizar viajes de mayor alcance.
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Las necesidades de los estados y de los comerciantes de contar con una mayor cantidad de metales preciosos -oro y plata- aceleraban los avances en el campo de la metalurgia.
A mediados del siglo XV, se descubrió el método de amalgama, que permitía separar la plata del mineral en bruto extraído del yacimiento.
Se impulsó también la metalurgia del hierro.
Las guerras frecuentes entre los estados llevaron a aplicar los los avances en la manipulación de los metales también en la mejora del armamento: se perfeccionó, por ejemplo, el uso del cañón, de la balística y del granizado de pólvora.
Frente a la utilización de las armas de fuego, como el arcabuz, las tradicionales armaduras se volvieron inútiles, si bien los nobles continuaron utilizándolas en los torneos y los combates.
La aplicación de las nuevas técnicas en la guerra obligó a la construcción de nuevas fortificaciones para aumentar las posibilidades de defensa de las ciudades y proteger a los civiles.
El mayor uso de la artillería hizo necesario realizar muros de menor altura pero de mayor grosor.
También se modificó la forma de estas fortificaciones para mejorar la capacidad de tiro.
Con respecto a la navegación, uno de los logros más importantes fue el empleo de la brújula a partir del siglo XIV.
Junto al antiguo astrolabio, necesario para medir la latitud, la brújula facilitó la orientación en la tierra y en el mar.
También se llevaron a cabo importantes mejoras en las embarcaciones.
Con respecto a los transportes terrestres, se introdujo el eje delantero móvil que, además de mejorar el diseño de los carruajes, permitió disminuir el riesgo de accidentes.
Los progresos técnicos desarrollados desde fines de la Edad Media permitieron a los comerciantes incrementar sus actividades, sobre todo a partir del auge alcanzado por el comercio marítimo.
Para aumentar sus ganancias y realizar un mejor control de sus empresas, los comerciantes debieron perfeccionar el sistema económico.
Entre los avances relacionados con la técnica de los negocios, la contabilidad fue muy importante porque permitió ordenar las operaciones contables.
Al mismo tiempo, para efectuar transacciones en distintas ciudades y evitar el manejo de dinero al contado, se generalizó el uso de dos documentos: el cheque y la letra de cambio.
También aparecieron los seguros comerciales como una forma de cubrir los riesgos, ante las posibles pérdidas de mercaderías y de barcos.
AVANCES PARA LA NAVEGACIÓN:
El proyecto de realizar viajes largos requería medios técnicos para orientarse en alta mar.
En el Renacimiento se disponía de los conocimientos geográficos y astronómicos de los antiguos griegos, heredados y enriquecidos por los árabes.
Éstos contenían aún muchas lagunas y errores.
Los viajes costeros y de exploración de los europeos les permitieron confeccionar mapas y cartas náuticas más precisos y adecuados a la realidad geográfica.
Los portulanos —mapas marinos basados en la experiencia náutica— fueron desarrollados, a partir del siglo XIII, por una escuela de hidrógrafos profesionales italianos y catalanes.
Representaban el trazado de las costas —especialmente las del mar Mediterráneo y las del mar Negro—, con indicación de promontorios, ríos y bahías, la ubicación de los puertos conocidos y los obstáculos que había que evitar.
Una red de líneas de rumbos mostraban las rutas marítimas que se podía seguir.
Para fijar su rumbo y calcular su posición, el navegante se ayudaba con una regla y un compás.
Había también libros de pilotaje, que recopilaban las instrucciones que figuraban en los cuadernos de notas de los pilotos.
Estos se utilizaban sobre todo para el pilotaje costero.
En este período se perfeccionaron también viejos instrumentos de medición.
A la brújula —una aguja imantada inventada por los chinos y usada en el Mediterráneo desde el siglo XII— se agregó la rosa de los vientos, un dibujo que marca los puntos cardinales o los grados en una circunferencia.
Gracias a la brújula, los marinos no dependían de los cielos despejados para orientarse.
El astrolabio, un instrumento diseñado por los astrónomos árabes en el siglo X, fue utilizado comúnmente en el siglo XV para medir la altura de los cuerpos celestes.
Consistía en un disco que funcionaba como modelo bidimensional del cielo.
Permitía determinar la altura de la estrella polar sobre el horizonte y con ello calcular la latitud en la que se encontraba el barco.
El cuadrante, que marcaba los grados en un cuarto de círculo, cumplía una función similar.
Las mediciones hechas sobre el barco en movimiento eran poco fiables, por lo que muchas veces los marinos preferían hacer sus cálculos previamente, desde la tierra.
La longitud, en cambio, sólo pudo ser calculada con la aparición de los almanaques náuticos y los cronómetros marinos, recién en el siglo XVIII
• ALGO MAS...
Los gustos e intereses de los caballeros instruidos del siglo XVIII se resumen en la historia de una casa erigida en las colinas del sur de Inglaterra: la Casa Bowood en Wiltshire.
En sus jardines, hay un lago y una cascada artificiales, y una cueva para la meditación.
Tras los huertos, donde los sirvientes cuidan de los naranjales y limoneros en macetas, hay un pequeño cuarto llamado laboratorio.
Fue ahí, en agosto de 1774, donde el doctor Priestley descubrió el oxígeno.
Priestley era bibliotecario y tutor de los dos hijos del lord Lansdowne —dedicado patrono de las ciencias— e hizo su descubrimiento al calentar óxido de mercurio.
Con sus hallazgos, desarrollados por el químico francés Antonio Lavoisier, demostró que el aire que nos rodea no es un vacío sin sustancia, sino una mezcla de dos gases complementarios —oxígeno y nitrógeno— que pueden ser medidos y pesados.
Lavoisier construyó un sintetizador de agua para demostrar que está compuesta de hidrógeno y oxígeno.
Fue esta una gran época de descubrimientos e invenciones —tanto serios como frívolos— que dieron frutos en el siglo siguiente.
Sir Isaac Newton usó su telescopio de reflexión para los estudios astronómicos con los cuales formuló sus leyes de gravedad y mecánica.
Los motores de vapor ideados por Thomas Savery, Thomas Newcomen y James Watt fueron nuevas fuentes de energía que impulsaron la Revolución Industrial.
Las innovaciones domésticas incluyeron un carro especial para bebés, inventado en 1733, la mayonesa (hecha en 1756, por el chef del duque de Richelieu), y los patines en 1760.
Los londinenses se cepillaron los dientes con los primeros cepillos manufacturados en fábricas, desde 1780.
Ocho años después, el ebanista inglés Joseph Bramah patentó el primer sanitario tipo WC; a fines de siglo ya había vendido 6,000.
Pero el drenaje era aún ineficiente, por lo que muchos sanitarios, instalados bajo las escaleras en cubos mal ventilados, desembocaban en fosas privadas, cuyo hedor invadía las casas.
A pesar de los elegantes muebles que adornaban las casas, las normas de higiene personal en todas las clases sociales eran tan deficientes como siempre.
Aun así, algunos "caballeros científicos" se negaban a mancharse las manos, y dejaban el trabajo sucio de los experimentos a asistentes más humildes, tales como mecánicos.
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