Explicacion del Catolicismo:Dogmas,Preceptos del Credo y Mandamientos

Explicación del Catolicismo:Dogmas,Preceptos del Credo y Mandamientos

CATOLICISMO. Conjunto de las iglesias cristianas unidas al Pontífice Romano, al que reconocen como Primado de la Iglesia Universal.

La palabra catolicismo viene del término griego katholikos, que significa universal.

No es una simple colección de dogmas, ritos y preceptos morales, una fe que puedan vivir individualmente los hombres que quieran seguir la doctrina de Jesucristo, sino una institución con autoridades, miembros, leyes, culto y creencias comunes; en una palabra, es una sociedad.

Catolicismo:Dogmas,Preceptos del Credo y Mandamientos

Este artículo expondrá tales dogmas, leyes y creencias en forma objetiva, exenta de intenciones críticas o apologéticas.

La doctrina católica comprende:

1) las verdades que sus fieles creen;

2) la moral que practican;

3) los medios que utilizan para conseguir la salvación eterna.

Estos elementos serán tratados en el orden indicado.

• Explicación del dogma.

Las verdades que el catolicismo sustenta y difunde están contenidas, en compendio, en el Credo o Símbolo de los Apóstoles, que se divide en tres partes y comprende doce artículos.

He aquí el contenido de los mismos.

1-Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra.

No existe más que un solo Dios, que ha existido y existirá siempre. Es un espíritu puro; no tiene cuerpo y por eso nuestros ojos no pueden verlo.

Es infinitamente bueno, justo y santo; posee todas las perfecciones y cualidades en grado infinito.

Gobierna todas las cosas con su Providencia; el primer deber del hombre es conocerlo, amarlo y servirlo en esta tierra, para verlo y poseerlo un día en el Cielo.

Dios subsiste en tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El Padre es el Principio; el Hijo es engendrado por Él; el Espíritu Santo procede de ambos.

Los tres son Dios, pero no son tres dioses, sino un solo Dios verdadero en tres personas perfectamente iguales.

Las tres tienen una sola y misma naturaleza o sustancia; Dios, único en esencia, subsiste en tres personas. Esto es lo que se llama el misterio de la Santísima Trinidad.

Todas las obras que Dios hace son obras de la Trinidad entera. Sin embargo, la Biblia atribuye especialmente al Padre la Creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la Santificación.

Dios ha creado el Cielo y la Tierra y todo Jo que hay en ellos, sacándolo de la nada en virtud de su omnipotencia.

Este es el misterio de la Creación. Los seres creados se llaman criaturas; las más perfectas son los ángeles y los hombres.

Los ángeles son espíritus puros, libres e inmortales.

Algunos de ellos, abusando de su libertad, se rebelaron contra Dios por orgullo; estos ángeles malos, o demonios, fueron arrojados del Cielo y precipitados en el Infierno.

Otros, los ángeles buenos, fueron puestos para siempre en posesión del Cielo, donde ejecutan las órdenes divinas.

Dios da a cada hombre un ángel guardián que ora por él y cuida de su alma.

El hombre es una criatura racional compuesta de cuerpo y alma.

Se dice criatura para indicar que fue creado, sacándolo de la nada, por Dios; y racional, porque es inteligente y capaz de discernir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto.

Está compuesto de un cuerpo, sustancia material asequible a nuestros sentidos, y un alma, sustancia invisible que siente, juzga, razona y obra libremente.

Dios formó el cuerpo del hombre mediante su intervención directa ("con sus propias manos", dice la Biblia, en lenguaje figurado) y le infundió el alma.

Según las Sagradas Escrituras, la Creación se efectuó en seis días.

Éstos no fueron días cronológicos de 24 horas, sino períodos más o menos extensos.

Dios no creó todas las cosas como ahora están, sino simplemente la materia en estado confuso y caótico, para que fuera evolucionando con el decurso de los tiempos.

En el primer día creó la luz; en el segundo, el firmamento; en el tercero, la tierra sólida y las plantas; en el cuarto, el sol, la luna y las estrellas; en el quinto, los peces y las aves; en el sexto, los animales terrestres y el hombre; en el séptimo descansó.

No se trata de una leyenda mitológica, sino de una relación escrita por Moisés bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Dios formó al primer hombre dotado de inteligencia clara y voluntad recta y colocó junto a él a la primera mujer, llamada Eva.

Dio a ambos una doble vida: la natural, propia de la naturaleza humana, y la vida sobrenatural de la gracia.

Esta vida hacía al hombre hijo de Dios por adopción, lo elevaba al orden sobrenatural y lo hacía capaz de alcanzar la visión intuitiva de Dios, o sea, la participación en la bienaventuranza divina.

Adán y Eva desobedecieron un severo precepto que Dios les impuso y perdieron la vida sobrenatural de la gracia.

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Adán, cabeza física y moral de la humanidad, trasmitió a sus descendientes la ignorancia, la concupiscencia, los sufrimientos y la muerte.

Este estado de desgracia, en que todos los hombres nacen por culpa de sus primeros padres, se llama pecado original.

Dios se compadeció del género humano y prometió a Adán un Redentor qu» expiara su culpa y le devolviera la gracia perdida.

2-Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor.

El Redentor prometido es Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, convertida en hombre por amor a la humanidad.

Antes de la Encarnación, la segunda persona de la Trinidad se llamaba el Hijo de Dios o el Verbo; después de ella lo denominamos también Nuestro Señor Jesucristo.

Esta palabra está compuesta por los términos Jesús, que quiere decir Salvador, y Cristo, que significa ungido o consagrado. Jesucristo es Dios y Hombre juntamente.

Como Dios, posee la misma naturaleza divina que el Padre y el Espíritu Santo; como Dios hecho hombre, posee también la naturaleza humana, es decir, cuerpo y alma semejantes a los nuestros.

Por tanto, es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Posee dos naturalezas, dos inteligencias, dos voluntades y dos operaciones, la divina y la humana.

Las dos naturalezas, perfectamente distintas, están unidas de modo indisoluble y pertenecen a una misma y sola persona, la persona divina del Hijo de Dios. Este misterio se llama unión hipostática.

3. Creo en Jesucristo, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de la Virgen María.

Para hacerse hombre, el Hijo de Dios se eligió una madre. El inefable honor de tal maternidad fue conferido a María, virgen de la tribu de Judá, de la familia de David, hija de San Joaquín y Santa Ana, esposa de San José.

Dios no dio a María bien terrenal alguno, pero la preservó del pecado original, la hizo Inmaculada en su Concepción y la colmó de gracias.

El día fijado en la intención divina, el ángel Gabriel se presentó ante María en su humilde vivienda de Nazaret y le anunció que Dios la había elegido para madre del Mesías.

Entonces el Espíritu Santo, por un prodigio incomparable, contrario a las leyes de la naturaleza, formó de ¡a sangre purísima de María un cuerpo humano; Dios Padre formó de la nada un alma semejante a la nuestra, pero más bella e inmaculada, y la unió a aquel cuerpo.

En ese mismo instante, a ese cuerpo y a esa alma se u lió el Hijo de Dios con un lazo indisoluble.

Por tanto, la Encarnación se hizo por obra milagrosa del Espíritu Santo, sin que María dejara de ser virgen.

Confirmóse así la célebre profecía de Isaías: "Una virgen concebirá y dará a luz un hijo.

María, Madre de Dios por este honor infinito, es una criatura aparte, única. Goza en el Cielo de una omnipotencia suplicante y Jesucristo ha depositado en sus manos todos los frutos de la Redención.

La Iglesia la honra con un culto especial, llamado hiperdulía, y coloca una confianza ilimitada y universal en su intercesión, Jesucristo nació en Belén, en la noche del 25 de diciembre del año 3 antes de nuestra era.

Su nacimiento fue anunciado por los ángeles a los pastores del lugar, y a tres sabios de Oriente por una estrella milagrosa que fue vista en casi todo el mundo.

Vivió en el trabajo, en la pobreza, en la humildad, en la práctica de todas las virtudes.

Después de treinta años de vida oculta comenzó su vida pública, que se prolongó durante tres años en Judea y en Galilea.

Predicó el Evangelio, demostró su divinidad con grandes milagros y formó un núcleo de apóstoles y discípulos, encargados de continuar su obra en la tierra.

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El umversalmente famoso santuario de Lourdes, al que constantemente concurren miles de peregrinos de todo el mundo.

4- Creo en Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado.

El Hijo de Dios hecho hombre sufrió en su cuerpo y alma los más crueles tormentos para expiar nuestras culpas.

Padeció la agonía en el Huerto de los Olivos, soportó la flagelación
y la coronación de espinas en el pretorio de Policio Pilatos, gobernador romano de Judea, y al cabo de todo género de humillaciones y de ultrajes fue clavado de pies y manos en una cruz.

Después de tres horas de infinitos sufrimientos expiró el Viernes Santo, hacia las tres de la tarde.

El misterio de la muerte de Jesucristo en la cruz es el misterio de la Redención.

La Obra de la Redención es, al mismo tiempo, una liberación, una reconciliación y una restauración. Liberó al género humano de la esclavitud del pecado original; lo reconcilió con la divinidad, y restauró a la naturaleza humana en ei. orden sobrenatural.

Después de su muerte, Jesucristo fue sepultado en un sepulcro en la roca del Calvario, donde quedó sometido a la custodia de un grupo de soldados.

Al comenzar el tercer día después de su muerte, Jesucristo resucitó.

5-Creo en Jesucristo, que descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.

Al morir, el alma de Cristo descendió a los infiernos, es decir, al limbo de los justos, para visitar a las almas de los hombres muertos antes de su venida y anunciarlas su liberación.

Al tercer día unió nuevamente su alma a su cuerpo y salió del sepulcro, vivo, glorioso e inmortal. "Si Jesucristo no hubiera resucitado —dice San Pablo— vana sería nuestra fe".

La resurrección de Jesucristo es el fundamento de la fe católica; se recuerda el día de Pascua, que es la mayor festividad del año litúrgico.

6-Creo en Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso.

Después de resucitar, Jesucristo permaneció en la tierra durante cuarenta días para continuar la instrucción de sus apóstoles.

Durante este período fue visto por centenares de personas en diversas oportunidades; colocó a Pedro al frente de su Iglesia y dio a los apóstoles el poder de perdonar los pecados, enviándolos a predicar y a bautizar a todos los pueblos.

Terminada su obra terrena, reunió en el Monte de los Olivos a sus apóstoles y a un gran número de sus discípulos.

Allí, al mediodía, extendió sus manos para bendecirlos y se elevó glorioso y triunfante hacia los cielos.

El aniversario del dia en que Jesucristo subió a los cielos se llama la fiesta de la Ascensión.

El Credo agrega que, desde entonces, Jesucristo "está sentado a la diestra de Dios"; esta expresión figurada significa que es igual a su Padre en poder, gloria y autoridad.

Como Dios, está en todas partes; como Dios y hombre, está en el cielo y en el Sacramento de la Eucaristía.

7-Creo en Jesucristo, que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Jesucristo volverá al mundo, al final de los tiempos, para juzgar a todos los hombres.

Vendrá con todo su esplendor de su majestad, como Juez.

Su primera venida fue para redimirnos; la segunda será para dar a; cada uno el premio o el castigo que merezca..

8-Creo en el Espíritu Santo.

Las dos primeras; partes del Credo se refieren al Padre y al Hijo, Creador y Redentor, respectivamente; la tercera, habla del Espíritu Santo, el Santificador.

El, Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad; posee la naturaleza divina de modo total, como el Padre y el Hijo, de los cuales procede.

Tiene la misión específica de gobernar, inspirar, asistir y vivificar a la Iglesia.

Además opera, como un espíritu vivificador, en las almas que se hallan en estado de gracia.

El cristiano lo recibe en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, y llega al sacerdote en el sacramento del Orden Sagrado.

Comunica a las almas la vida sobrenatural, enriqueciéndolas con sus siete dones y sus doce frutos,

9-Creo en la Santa Iglesia Católica y la Comunión de los Santos.

Jesucristo fundó una iglesia para continuar en el mundo su misión divina.

La Iglesia es una sociedad perfecta, que en su orden se basta a sí misma y que no depende de otra superior; es también una sociedad visible y no simplemente espiritual; y es indefectible, porque subsistirá hasta el fin de los siglos como organismo social.

El Caolicismo:Las catacumbas en Roma Origen Cementerios Cristianos Roma Subterraneas

Las catacumbas en Roma Origen Cementerios Cristianos Roma Subterraneas

La Iglesia tiene cuatro notas características:

1) unidad, porque existe una sola Iglesia;

2) santidad, porque su fin es santo y su acción puede producir santidad, aun en grado heroico, a pesar de los defectos y pecados humanos de sus miembros;

3) catolicidad, porque posee una fuerza sobrenatural de expansión en virtud de la cual se ha extendido por el mundo entero;

4) apostolicidad, porque su autoridad viene en línea directa de los apóstoles.

La Iglesia posee una triple autoridad: de magisterio, de administración de sacramentos y de jurisdicción. Jesucristo puso en ella dos elementos: uno docente y otro discente.

La Iglesia docente está formada por los encargados de enseñar la palabra de Dios, quienes forman un magisterio viviente, heredero del de los apóstoles.

La Iglesia discente está formada por los fieles, que tienen la obligación de recibir la doctrina enseñada por los apóstoles y por sus sucesores, los pontífices y obispos.

El obispo de Roma, sucesor de San Pedro en el gobierno de la Iglesia, se llama Papa o Romano Pontífice.

Hasta ahora ha habido 266 papas, muchos de los cuales han sido hombres de excelsas virtudes: sesenta de ellos son santos y treinta y tres murieron mártires; sólo once merecen ser tildados de indignos.

El Papa tiene sobre la Iglesia una potestad universal, ordinaria, inmediata, plena y suprema.

Los miembros de la Iglesia forman una sola familia.

Como en cualquier familia humana, hay en ella una comunidad de bienes: todos trabajan para la familia y la tarea de cada uno aprovecha a todos.

De igual modo, en la gran familia de Jesucristo todos los cristianos usufructúan los tesoros espirituales: los méritos de Cristo, de la Virgen y de los. Santos, el sacrificio de la Misa, los sacramentos, las oraciones y las buenas obras de todos sus miembros.

Los santos, vale decir, quienes viven la vida de la gracia, están en comunión recíproca, entre ellos y con las almas del purgatorio y del cielo.

10-Creo en el perdón de los pecados.

Pecado es toda falta voluntaria contra la ley de Dios.

Para que exista, debe haber verdadera transgresión de la ley divina, y la transgresión debe ser un acto humano, es decir, racional, libre y voluntario.

Jesucristo dio a su Iglesia el poder de perdonar todos los pecados: "A los que perdonaréis los pecados les serán perdonados y a los que se los retuviereis les serán retenidos".

Este poder de la Iglesia se llama "el poder de las llaves del Reino de los Cielos".

El pecado se divide en original y personal. Original es el que contraemos al ser concebidos, por descender de Adán; personal es el que cada uno de nosotros comete, libre y espontáneamente, después de haber llegado al pleno uso de la razón.

Los pecados personales se subdividen en mortales y veniales. Pecado mortal es toda transgresión voluntaria de la ley de Dios en materia grave, que priva de la vida de la gracia y lleva a la condenación eterna.

Pecado venial es toda ofensa hecha contra Dios en materia leve, y también una falta grave que se haga sin plena advertencia o perfecto consentimiento.

El pecado hace perder la gracia, nos despoja de los méritos alcanzados, por grandes que sean, y mata la vida del alma.

Los vicios capitales, procedentes de las principales pasiones que suelen dominar al hombre, son siete: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.

11-Creo en la resurrección de la carne.

Después de la muerte, el alma, que es espiritual, inmortal e incorruptible, sigue viviendo; el cuerpo, separado de ella, se corrompe y convierte en polvo.

Pero la separación entre el alma y el cuerpo no será eterna: al fin del mundo, todos los muertos resucitarán con los mismos cuerpos y almas que tuvieron en vida.

Jesucristo ha dicho que nadie sabe, fuera de Dios Padre, cuándo se producirá el fin del mundo.

Nadie está obligado a creer ni en la inminencia ni en la lejanía de este acontecimiento.

Pero el mismo Jesucristo ha indicado algunas "señales" o hechos que lo precederán: la predicación, del Evangelio por todo el mundo, la venida del Anticristo, las grandes apostasías de la fe, la vuelta a la tierra de los predicadores Elias y Enoch, la conversión de los judíos y ciertos trastornos graves en el orden de la naturaleza.

Al producirse el fin del mundo los cuerpos de los reprobos estarán sujetos a terribles sufrimientos; los cuerpos de los elegidos, por el contrario, resplandecerán de belleza, estarán exentos de todo dolor, serán rápidos como la luz y podrán penetrar a través de los objetos.

La carne, crucificada con Jesucristo en el Calvario, recibirá su glorificación definitiva.

12-Creo en la vida perdurable.

La última verdad del Credo enseña que los buenos tendrán una vida eternamente feliz y los malos una existencia eternamente desventurada, y que los hombres resucitados no volverán a morir.

Este dogma implica otras cinco verdades, que se llaman los Novísimos o postrimerías del hombre: la Muerte, el Juicio, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno.

Cuando todos los nombres hayan muerto, Jesucristo enviará a sus ángeles sobre la tierra, y éstos reunirán a todos los hombres de todos los tiempos en el lugar destinado para el Juicio Universal.

Tales son las verdades contenidas en el Símbolo de los Apóstoles. El católico las cree con una fe sincera y total, no por la palabra de los hombres, sino porque han sido reveladas por Dios y son enseñadas por su Iglesia.

• La Moral.

Para alcanzar la salvación eterna es necesario no sólo creer todas las verdades contenidas en el Símbolo, sino también vivir cristianamente, observando los mandamientos de Dios y de la Iglesia.

Estos mandamientos están contenidos en el Decálogo o Tablas de la Ley.

Los tres primeros, escritos en la primera tabla, encierran los deberes para con Dios; los otros siete, escritos en la segunda tabla, prescriben los deberes para con nosotros mismos y nuestros prójimos.

En cada mandamiento hay una parte postiva y una negativa, es decir, una orden y una prohibición.

He aquí su texto y su significado:

1º) No tendrás otro Dios más que a Mí. Este primer mandamiento nos obliga a creer en Dios, a esperar en Él, a amarlo con todo nuestro corazón y a adorarlo a Él solamente.

Cumplimos con estas cuatro obligaciones mediante la práctica de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.

Se peca contra la Fe mediante la infidelidad, la herejía, la apostasía y a veces, con el simple respeto humano.

Se peca contra la Esperanza de dos maneras: por desesperación, cuando se desconfía de la Providencia, y por presunción, cuando se abusa de la misericordia de Dios.

Se peca contra la Caridad por medio de cualquier pecado mortal. Todo culto ilegítimo se llama superstición; sus formas más difundidas son la idolatría, la magia negra y la adivinación.

2º) No tomarás el nombre de Dios en vano. Este mandamiento prohibe jurar en vano, blasfemar, proferir imprecaciones y violar nuestros votos.

3º) Acuérdate de santificar las fiestas. La ley natural obliga a consagrar, de tiempo en tiempo, un día al culto de Dios. En la ley antigua este día era el sábado, en memoria del reposo de Dios después de la Creación; en la ley nueva es el domingo, en honor de la resurrección de Jesucristo y de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.

Para santificar el domingo hay que abstenerse de las obras serviles, que son los trabajos en que el cuerpo tiene mayor intervención que el espíritu, y hay que asistir a la Santa Misa, en la cual se halla la esencia del culto cristiano.

4º) Honra a tu padre y a tu madre. Este mandamiento revela las relaciones del hombre con los representantes de Dios: los padres y los superiores espirituales y temporales.

Tiene por objeto directo los deberes de los inferiores para con sus superiores, y por objeto indirecto los deberes de éstos para con aquéllos. Las tres sociedades en que estas relaciones se desarrollan son la familia, la sociedad religiosa y la sociedad civil.

En la familia, todo hijo debe amar a su padre y a su madre, respetarlos, obedecerlos y asistirlos en sus necesidades; los padres, por su parte, están obligados a velar por la vida y la salud de sus hijos, a darles alimento, habitación y vestidos, a velar por su futuro sin poner trabas a su vocación, y a formar su espíritu, corregir sus defectos e iniciarlos en el ejercicio de las virtudes.

En la sociedad religiosa, los fieles deben a los sacerdotes respeto, amor y obediencia; a su vez, los eclesiásticos deben enseñar la religión, administrar los sacramentos y exhortar a la virtud.

En la sociedad civil, los gobernados deben respetar y obedecer a los gobernantes en todo lo que es justo, contribuir a los gastos colectivos con el pago de los impuestos y ejercer lealmente los derechos que les confiere la Constitución; los gobernantes deben respetar los principios de la moral y proteger los derechos de los ciudadanos.

5º) No matarás. Esta mandamiento prohibe todo lo que puede dañar el cuerpo o el alma del prójimo o de nosotros mismos, y ordena practicar la caridad cristiana en todo momento.

De modo especial prohibe el suicidio, el homicidio, el duelo y todo lo que hiera la integridad de la vida corporal.

Además condena el escándalo u homicidio espiritual, que es toda palabra, acción u omisión que induce al prójimo a ofender a Dios.

6°) No cometerás acciones impuras;

9º) No desearás la mujer de tu prójimo.

Estos dos mandamientos tienen un mismo propósito: salvaguardar la virtud de la castidad. El sexto mandamiento condena los pecados externos de impureza; el noveno condena los pecados internos; ambos prohiben exponerse a las ocasiones próximas de estos pecados.

7º) No hurtar;

10º) No codiciar los bienes ajenos. Dios asegura el derecho de propiedad legítima con dos mandamientos; el séptimo nos manda practicar la justicia con respecto al prójimo; el décimo, para cortar el mal en su raíz, prohibe todo deseo voluntario de apoderarse del bien ajeno por medios injustos.

De modo especial quedan condenados el robo, el fraude, la usura, la detención injusta y el daño injusto contra el prójimo o sus bienes.

89 No levantarás fa'so testimonio, ni mentiras. Este mandamiento ordena respetar la verdad en nuestras palabras y prohibe el falso testimonio o la mentira en los juicios.

De aquí se derivan los siguientes deberes:

1) relativos a la verdad, que no debe ser quebrantada con falsos testimonios, ni por medio de la mentira, ni violando los secretos;

2) relativos a la reputación del prójimo, que no debe ser herida exteriormente con la detracción ni interiormente con el juicio temerario.
Aparte del Decálogo, todo católico obedece los cinco mandamientos de la Iglesia o preceptos:

1) Oír Misa todos los domingos y demás fiestas de guardar;

2) No comer carne los días prohibidos (llamados de abstinencia) y ayunar los días indicados;

3) Confesar y comulgar, por lo menos una vez al año, durante el tiempo pascual;

4) Atender a las necesidades de la Iglesia, contribuyendo según las leyes o costumbres del propio país;

5) Celebrar los matrimonios conforme a las leyes de la Iglesia.

• El Culto.

El dogma católico enseña un conjunto de verdades; la moral expone un conjunto de obligaciones.

El culto, tercera parte de la doctrina, comprende los medios empleados para hablar a Dios.

La máxima expresión social y visible de la Iglesia Católica es su liturgia, exteriorización sistemática del culto.

Los actos litúrgicos son la Santa Misa, los sacramentos y sacramentales y el rezo del Oficio Divino.

El culto incluye también algunos actos extralitúrgicos, tales como el rezo del Rosario, las novenas, etc.

La Santa Misa, centro de la liturgia católica, es la renovación incruenta del sacrificio sangriento de Jesucristo en el Calvario.

Antes de morir, Cristo ordenó a los apóstoles que repitiesen siempre, en memoria suya, la consagración del pan y del vino, transformándolos en Su cuerpo y sangre.

Esta consagración, y la comunión que le sigue, son símbolo y repetición del mismo sacrificio del Calvario.

Los sacramentos son señales visibles, instituidas por Jesucristo para darnos la gracia.

Son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía o Comunión, Penitencia, Extremaunción, Orden Sacerdotal y Matrimonio.

Dios puede comunicarnos sus gracias directamente por sí mismo, pero generalmente exige que empleemos los medios establecidos por Él para conferirnos su gracia.

Estos medios son el sacramento y la oración: los sacramentos son los canales que la trasmiten; la oración es la fuerza que la atrae.

La oración, elevación del alma a Dios, puede ser vocal, cuando recurre a las palabras, y mental, cuando se hace en el espíritu y en el corazón. Las mejores oraciones vocales son: el Padrenuestro, el Ave María y las oraciones litúrgicas de la Iglesia.

Fuente Consultada:Enciclopedia Ilustrada CUMBRE Tomo III - Entrada "El Catolicismo"

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