Francia,Origen del Estado Moderno-Enrique IV Borbón Fin absolutismo

Francia:Origen del Estado Moderno
Enrique IV Borbón

Después de las sangrientas guerras de religión qué se sostuvieron durante el reinado de los Valois, Enrique IV aportó a Francia una era de prosperidad.

En colaboración con Sully, se dedicó a sanear la hacienda pública.

También concedió mucha importancia a la agricultura y la industria.

Al mismo tiempo, Francia estableció las bases de su imperio de ultramar. Enrique IV fue asesinado en 1610

La formación del Estado moderno en Francia fue un proceso muy diferente del que se dio en España.

La monarquía no tuvo el problema de tener que unir reinos diferentes con tradiciones políticas y culturales opuestas.

Además, como no tuvo la ventaja de ingresos provenientes de un imperio colonial, se vio obligada a llevar adelante la centralización fiscal y administrativa del reino, lo que reforzó la centralización de su poder.

La monarquía de los Capetos extendió lentamente su soberanía, durante los siglos XIII y XIV, desde el centro de Francia hasta Flandes y el Mediterráneo.

Los Valois y la Consolidación del Estado Moderno Francés

A mediados del siglo XIV, la dinastía de los Capeto se extinguió e Inglaterra pretendió el trono de Francia.

Pero la mayoría de la nobleza francesa se opuso a tener un rey inglés y apoyó a Felipe de Valois.

La lucha por imponer a la dinastía Valois, de origen francés, y expulsar a los ejércitos ingleses, facilitó el proceso de formación de un Estado moderno.

Hacia finales del siglo XV, el poder real estaba fortalecido por un ejército regular y un impuesto directo que no podía ser discutido, pero todavía no se había logrado organizar una administración unificada.

 Carlos V

El prestigio de la dinastía de los Valois creció cuando Francisco I decidió enfrentar a Carlos V y dirigió a la nobleza bacía guerras exteriores, para conquistar Italia. Pero después de la decisiva victoria española de San Quintín (1557), en 1559 se firmó la Paz de Cateau-Cambrésis. Francia debió renunciar a sus pretensiones sobre Italia y desde entonces Felipe II de Epaña intenvino en la política francesa.

Enrique IV de Borbón
Enrique IV de Borbón

Enrique IV de Borbón declaró «París bien vale una misa” cuando en 1593 se convirtió al catolicismo, con lo que se puso fin a la guerra entre católicos y protestantes. La política se separó de la religión y la nueva monarquía francesa se afianzó por encima de todas las facciones. (VER MAS ABAJO SU GOBIERNO)

Las guerras de religión y el origen del absolutismo

Luego de la muerte de Enrique II de Valois, comenzó un largo conflicto religioso entre los hugonotes (protestantes franceses) y los católicos, dando origen a una guerra civil con la monarquía vacante.

Esta lucha desencadenó conflictos sociales más profundos; y pronto se enfrentaron por el poder las familias más importantes de la nobleza francesa.

Para sobrevivir los pequeños propietarios rurales sin recursos se unían a los ejércitos católicos o protestantes. Los impuestos reales que había que pagar para la guerra, llevaron a las ciudades a la miseria.

Se originó levantamientos entre los campesinos hambrientos por la devastación del campo de las constantes campañas militares.

Hacia 1590, la nobleza se reunificó por el descontento rural y urbano.

El hugonote Enrique de Borbón, en 1593, aceptó convertirse al catolicismo y desde entonces fue reconocido por los nobles católicos y protestantes como Enrique IV de Francia, fundador de la dinastía de los Borbones.

Enrique IV reconstruyó la ciudad de París y la convirtió en capital permanente del reino y sede de la monarquía.

 Se tomaron medidas para lograr la recuperación de la agricultura y el comercio de exportación y la monarquía recuperó su prestigio entre la sociedad medio siglo después.

En 1598 cuando el Edicto de Nantes garantizó a los hugonotes libertad de conciencia, una limitada libertad de culto, y derechos políticos y militares, se consolidó la paz.

Sobre estas bases, y a lo largo de todo el siglo XVII, se consolidó el poder absoluto de la monarquía francesa.

El absolutismo es una forma de gobierno en la cual el poder del dirigente no está sujeto a ninguna limitación institucional que no sea la ley divina.

Es un poder único desde el punto de vista formal, indivisible, inalienable y libre.

EL GOBIERNO DE ENRIQUE IV

Enrique IV ganaba reputación de rey fuerte, implacable con los podemos, generoso con los pobres y desamparados. Aunque su "generosidad" mayor se manifestase hacia los burgueses, también el pueblo lo tenía por buen monarca.

"Si conquistara el corazón de mi pueblo —dice el rey— tendría lo que anhelo. Y, si Dios me concede bastante tiempo, trataré de que no haya campesino en mi reino que no tenga una gallina en su olla".

Para los campesinos, mayoría de la población, Enrique es el soberano que trajo paz a los campos, el gobernante que alivió los impuestos.

El rey toma otras medidas favorables al desarrollo de la agricultura: prohíbe a los nobles cazar en las viñas y campos de trigo durante la primavera, impidiendo que se destruya el trabajo de meses de los agricultores: prohíbe a los recaudadores de impuestos la confiscación de animales o instrumentos de trabajo, en caso de deudas o impuestos atrasados; facilita a los campesinos en mejor situación financiera y la adquisición de tierras. Tras esas disposiciones está la figura de Sully.

El superintendente de las finanzas considera la riqueza agrícola como la salvación de Francia.

Esta no es la opinión de Laffemas, también consejero del rey Francia pierde millones en oro y plata al importar de Italia artículos de lujo, tales como sedas, tapices y objetos de adorno, dice.

Aboga por la instalación inmediata en Francia de manufacturas, no sólo para consumo interno, sino también para producir cupos exportables. Mediante este sistema —conocido como mercantilismo— el dinero entrará a Francia en lugar de abandonarla, explica Laffemas.

En un punto, al menos, se llega a una forma de acuerdo que satisface a los dos consejeros: se desarrolla el cultivo de la morera, cuyos hojas sirven de alimento al gusano de seda.

En consecuencia, se instalan grandes manufacturas textiles en París, Lyon y otras ciudades.

"Cubriremos la Europa del Norte de hilos de seda francesa", afirma Enrique IV. No se llega a la realización de un objetivo tan ambicioso, pero ,el hecho es que los tejidos franceses rivalizan muy pronto con los italianos y flamencos.

Las diferentes manufacturas se benefician con el monopolio de fabricación y venta, y gozan de créditos y privilegios fiscales.

Así, nacen fábricas de vidrio en París, de tejidos finos en Rúan, y las célebres manufacturas de tapices y alfombras de los Gobelinos.

Son las primeras industrias, bastante primitivas y no siempre económicamente rentables. Pero representan un comienzo, una tentativa de reducir el atraso francés, en una época en que otros países europeos ya tienen industrias bien organizadas, lanzándose por el camino más rápido de desarrollo de la economía nacional.

UN RICO OBJETIVO: LOS PAÍSES BAJOS

A pesar de no haber guerra declarada, continúa la rivalidad entre Francia y España.

Los franceses venden en España los productos que importan de los Países Bajos: en su calidad de intermediarios, logran grandes lucros sin mayor esfuerzo.

Para impedir este comercio, los españoles imponen una tasa complementaria' del 30 % sobre las mercaderías de origen flamenco procedentes de Francia.

A veces, el conflicto parece estallar. El peligro es evitado merced a la mediación ejercida por Inglaterra.

Enrique IV planea la expansión territorial de Francia y su transformación en una potencia a la altura de España o Inglaterra.

Empero, carece de los medios financieros para una empresa de tal envergadura.

En el ambito de la .política colonial, se confirma con conceder su autorización a navegantes independientes, ya que no hay modo de financiar la colonización de nuevas tierras.

Por iniciativa particular, Champlain explora el Nuevo Mundo, en la región del río San Lorenzo, donde funda dos colonias, bases del futuro Canadá francés.

Al no poder ejercer el dominio efectivo sobre tierras tan extensas, Enrique IV se ve forzado a circunscribir las pretensiones a Europa.

Procura entonces apoderarse de una parte de los Países Bajos, región rica y de floreciente comercio.

Una óptima oportunidad se presenta en 1609, a la muerte de Juan Guillermo, señor de un conjunto de ducados y condados situados en el límite entre los Países Bajos españoles y católicos y las Provincias Unidas protestantes e independientes.

Hay muchos candidatos a la sucesión de Juan Guillermo: dos príncipes alemanes protestantes, de las proximidades; el emperador Rodolfo de Austria; la monarquía española, que planeaba extender sus dominios de los Países Bajos.

La empresa es arriesgada, y se corre el albur de que degenere en una guerra conjunta contra varios enemigos.

Enrique IV vacila, y la situación de tensión persiste hasta el momento en que un asunto sentimental precipita los acontecimientos.

EN EL CARRUAJE HAY SOLO UN CADÁVER

En ese mismo año de 1609, él se apasiona por una joven, Carlota de Montmorency, pero ella está a punto de casarse con el apuesto caballero Bassompierre. Enrique no tiene intención de desposarla.

Prefiere verla casada con otro y mantener con ella relaciones clandestinas.

Pero el marido no debe ser muy bello ni joven, pues de ese modo la competencia podría resultar difícil.

La obliga entonces a casarse con el Príncipe de Conde, quien es joven pero está lejos de ser guapo. Una vez casados, Conde desconfía de la asiduidad del rey junto a su esposa...

Decide por ello esconderla en los Países Bajos, donde cuenta con amigos influyentes. Enrique tratará de raptarla de Bruselas repetidas veces, pero sin éxito.

La guerra se le presenta de pronto como una solución viable para dos problemas: conquistar la herencia de Juan Guillermo y, de paso, recuperar a su elegida. Propone alianza a la Unión Evangélica, coalición de príncipes protestantes alemanes.

Se inician, así, los preparativos para un conflicto armado contra España y el emperador de la Casa de Austria.

El 14 de mayo de 1610 Enrique sale de palacio y se dirige al arsenal para inspeccionar los armamentos. Su carruaje debe atravesar una callejuela atestada de gente.

Una persona se destaca de entre la multitud y, sin dificultad, se aproxima al soberano. En pocos segundos todo está consumado: Enrique es apuñalado por dos veces en el corazón. "No es nada", murmura el monarca.

El carruaje continúa su camino; pero sólo transporta el cadáver del rey.

El criminal, Francisco Ravaillac, fue condenado y ajusticiado por regicidio.

La muerte de Enrique IV deja un gran vacío.

Súbitamente, aquellos que lo combatían descubren en él un gran monarca, el "más querido" de los reyes franceses.

Como el futuro rey Luis XIII, su heredero, tiene nueve años, se da la regencia a María de Médicis.

A su sombra varios clanes políticos esperan tomar las riendas del poder.

Seguirá a partir de entonces un largo período de anarquía hasta que llega a imponerse una personalidad fuerte, a la altura del monarca muerto: la del cardenal Richelieu.

RESUMEN FINAL:

A pesar de la represión religiosa ordenada por Enrique II, en la época de su muerte, en 1559, había más de 2.000 iglesias protestantes en Francia.

La expansión del calvinismo conduce a las llamadas guerras de religión, que resultan de diferencias políticas y sociales.

Los litigios comienzan en 1562, tras la masacre de Vassy; los Guisa, católicos, dirigen su ataque contra los protestantes.

En 1570, éstos obtienen del rey (Tratado de St. Germain) las plazas fuertes de La Rochela, Cognac, Montauban y La Charité.

La Noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572), cuando son asesinados millares de protestantes, hace recrudecer la lucha.

Aunque derrotados, los hugonotes reciben algunas concesiones de Enrique III que, por eso, se torna sospechoso a los ojos de los católicos.

Y como Enrique de Navarra, hugonote, es el legítimo heredero del trono, aquéllos organizan la Santa Liga, comandada por Enrique de Guisa, que se alía a Felipe II en 1584.

Se inicia así la Guerra de los Tres Enriques. Enrique III manda matar a Enrique de Guisa, y él mismo es asesinado por un fanático. Enrique de Navarra sube al trono con el nombre de Enrique IV.

Combate a la Liga y al ejército de ocupación, pero en 1593, se convierte al catolicismo y, a través del Edicto de Nantes (1598), pone fin a las guerras religiosas: concede a los hugonotes relativa libertad de culto e igualdad de derechos políticos.

Empero, Francia permanece mayoritariamente católica.

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