Biografia de Mao Tse Tung, Revolucionario Socialista Chino y Su Gobierno
Biografía y Gobierno de Mao Tse Tung Revolucionario Socialista Chino
Mao Tse-tung, revolucionario, teórico y estadista, fue durante décadas el líder indiscutible del comunismo chino.
Su papel fue crucial en la creación y primer desarrollo de la República Popular China.
Poeta, erudito y hombre de acción, Mao es uno de los grandes teóricos del marxismo-leninismo en acto revolucionario, partiendo de las realidades chinas pero elevando su práctica a los problemas de la revolución mundial.
A su muerte en 1976, después de la desaparición de Chu En-lai, era el único superviviente de los hombres que forjaron el Partido Comunista e hicieron la revolución socialista en China.
En 1918 entró en contacto con grupos marxistas chinos y en 1921 participó en la fundación del Partido Comunista Chino.
Siendo miembro del Comité Central, en 1923 pasó a desempeñar funciones en el Partido Nacionalista, unido por entonces al Partido Comunista.
Al producirse la ruptura entre ambas organizaciones políticas en 1927, comandó un movimiento revolucionario campesino en Hunan y Jianxi, y constituyó en 1931 la República Soviética China.
Pero tuvo que huir ante los nacionalistas (la larga marcha de 1934-1935).
Aliado (1937-1941) y más tarde adversario de Chang Kai-shek en la lucha contra los japoneses, reconquistó China continental (1946-1949).
Los comunistas chinos, vencedores de los nacionalistas después de una larga y sangrienta guerra civil, proclaman en Pekín, el 1º de octubre de 1949, la República Popular China.
Mientras, los nacionalistas abandonan el continente y se retiran a la isla de Taiwan.
Como presidente del Consejo de la República (1954-1959) y del Partido Comunista llegó a ser el principal personaje de China e inspiró el "gran salto adelante" (1958), la ruptura con la URSS (1960) y la Revolución cultural (1966).
Su pensamiento, expresado en numerosas obras filosóficas y poéticas, fue resumido en el Libro Rojo, Citas del presidente Mae Tsé Tung.
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DESCRIPCION DE LA VIDA DE MAO TSE TUNG
Su Juventud:
Mao Tse-tung era hijo de un campesino relativamente próspero de Shao Sahn, provincia de Hunan.
Obligado por su padre a abandonar los estudios para trabajar en la granja familiar, el joven Mao escapó de su casa, y en 1911 ingresó en la escuela secundaria de Changsha, donde entró en contacto con la cultura occidental y con las ideas del nacionalista Sun Yat-sen.
Ese mismo año estalló la revolución de Wuhan, que acabaría sustituyendo a la dinastía Manchú por un régimen republicano.
El joven Mao se enroló en el ejército revolucionario durante seis meses, en los que se forjaría su admiración por los líderes militares y su nacionalismo.
Vuelto a la escuela de Changsha, completó sus estudios mientras colaboraba con la revista Nueva Juventud (1915), dirigida por Chen Duxiu, que criticaba el lastre que las viejas tradiciones chinas suponían para el desarrollo del país.
También por esa época Mao comenzó sus actividades políticas fundando varias asociaciones estudiantiles, como la Sociedad de Estudios del Nuevo Pueblo.
En 1918 obtuvo el puesto de bibliotecario en la Universidad de Pekín, donde recibió la influencia de Chen Duxiu y de Li Dazhao —introductor de los estudios sobre el marxismo— y profundizó en sus lecturas revolucionarias.
Mientras pasaba una temporada en Changsa, estalló el movimiento revolucionario del 4 de mayo (1919), opuesto a la imposición de mandatos japoneses en China por el tratado de Versalles.
A lo largo de estas protestas los radicales chinos derivaron hacia el marxismo-leninismo y el abandono de la cultura tradicional china; aparecía una nueva generación en la escena política.
Mao organizó actividades revolucionarias en Changsa y fundó la rama local de la Liga de Jóvenes Socialistas (1920).
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El campesino rebelde: Hacia 1918, trabajando como auxiliar de la Biblioteca de Pekín, descubrió el pensamiento de Karl Marx, inspirador de la Revolución Rusa.
Mao entró en contacto con otros revolucionarios chinos y con ellos fundó en 1921 el PCCh. Culminaba asila etapa de preparación del hombre que iba a transformar China.
En 1927, tras estallar la guerra civil con el gobierno nacional presidido por Chiang Kai-Shek, Mao inició la revolución campesina en Hunan, su provincia natal. Asimismo, en territorios de Hunan y Kiangsi fundó en 1931 una república soviética china.
Sin embargo, el poderoso ejército nacionalista aumentó cada vez más su presión militar y los comunistas debieron retirarse hacia el noroeste del país en octubre de 1934.
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El PCC y el Kuomintang
En 1921 se convirtió en uno de los miembros fundadores del Partido Comunista Chino (PCCh ó PCC).
Poco después se produjo la alianza con el Kuomintang de Sun Yat-sen (1923), con el objetivo común de «derrocar al imperialismo».
Mao pasó a ser miembro de la directiva del partido.
Convencido del potencial revolucionario de la población campesina, en la Encuesta sobre el movimiento campesino en el Hunan (1927) reflejó su convicción de que el mundo rural podía ser la fuente del resurgimiento chino.
La muerte de Sun Yat-sen (1925) propició la ascensión en el Kuomintang del general Chiang Kaishek, que unificó a las fuerzas conservadoras del partido y alejó del poder a los izquierdistas.
A pesar de ello, tanto los comunistas chinos como la URSS continuaron colaborando con el Kuomintang, en la esperanza de alcanzar juntos los fines revolucionarios.
En 1926 Jiang emprendió una gran expedición hacia el norte para someter a los <<señores de la guerra» locales, derrocar al gobierno conservador de Pekín y unificar el país.
En ella contó con el apoyo de los obreros, los comunistas y el movimiento campesino.
Tras varios éxitos, Chiang emprendió la represión de sus antiguos aliados en los territorios que controlaba (1927).
Mao, junto con otros líderes comunistas, organizó un ejército capaz de enfrentarse a las fuerzas nadonalistas y al mismo tiempo logró el apoyo campesino mediante la puesta en marcha de una reforma agraria.
Desde su refugio en las montañas de Jiangxi y auxiliado por Zhu De como jefe militar, desarrolló una guerra de guerrillas en el medio rural, que obtuvo algunos éxitos.
Pero la insistencia del comité central del partido y de la Internacional Comunista en llevar la lucha a las grandes ciudades provocó nuevos desastres, y Mao ordenó la retirada de sus fuerzas, oponiéndose a los dirigentes del PCC (1930).
Vuelto a su base de Jiangxi, reorganizó sus fuerzas y rechazó varias ofensivas nacionalistas.
En 1931 se convirtió en presidente de la República Soviética China de Jiangxi, aprovechando la distracción de las fuerzas nacionalistas por la invasión japonesa de Manchuria.
La Larga Marcha y la guerra chino-japonesa
La masiva campaña militar emprendida por Chiang (1934) desalojó a los comunistas de Jiangxi. 100.000 militantes emprendieron junto a Mao una Larga Marcha de 10.000 Km. hasta encontrar un nuevo refugio en Yan’an, al noroeste (1935).
Durante su transcurso, Mao se hizo por fin con las riendas del PCC y consiguió restaurar la moral y el espíritu combativo de los 10.000 soldados que llegaron al final del viaje.
Ante la invasión japonesa, que desde 1937 pretendía controlar toda China, el PCC y el Kuomintang unieron sus fuerzas contra el enemigo común. Durante la guerra chino-japonesa (1937-1945) los comunistas lideraron la lucha contra el invasor, aumentando su popularidad, completada con reformas agrarias favorables al campesinado.
Al mismo tiempo aumentaron sus efectivos militares.
En esos años Mao escribió varias obras: Problemas estratégicos de la guerra revolucionaria en China (1936), Sobre la práctica, Sobre la contradicción (1937), Sobre la guerra prolongada y La nueva democracia (1938).
Por esa misma época comenzó un proceso de «sinización» del marxismo, que buscaba su adaptación a la realidad china frente a las tesis dictadas en Moscú.
Su campaña de rectificación (1942-1943) le sirvió para educar a los nuevos militantes comunistas y para restar influencia a los líderes pro soviéticos, reforzando su poder personal sobre el partido, del que se convirtió en presidente en 1943.
La guerra civil y el nacimiento de la República Popular
Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial y su retirada de China, el PCC y el Kuomintang reiniciaron la guerra civil (1945-49).
A pesar de la superioridad de sus fuerzas y del apoyo estadounidense, el Kuomintang fue perdiendo terreno ante los comunistas, que, incluso sin el apoyo soviético, contaban con una superior organización, el apoyo de millones de campesinos y la buena disposición de la población de los territorios que controlaban.
La brutalidad, el despotismo, la corrupción y los errores militares del régimen nacionalista fueron sus peores enemigos; tras sucesiva derrotas, en 1949 sus líderes abandonaron el continente, estableciendo un nuevo Estado en la isla de Formosa (Taiwán).
El 1 de octubre Mao proclamó en Pekín la Re pública Popular China y se convirtió en el jefe del gobierno.
Ese mismo año había publicado De la dictadura democrática popular, donde establecía las bases del gobierno popular y preveía la eliminación de los «enemigos del pueblo».
La represión de los elementos contrarrevolucionarios se llevó a cabo masivamente en 1951.
Al mismo tiempo se emprendió la ingente tarea de la reconstrucción económica y la modernización del país, adoptando para ello el modelo soviético de planes quinquenales (1953).
Ante una multitud reunida frente al antiguo palacio imperial de Pekín, Mao Tse Tung, presidente del Partido Comunista Chino (PCCh) proclamó, el 1º de octubre de 1949, la fundación de la República Popular China.
De las Cien Flores a la Revolución Cultural
Presidente de la República desde 1954, al año siguiente Mao anunció el abandono del modelo soviético de desarrollo, convencido de que la colectivización agraria debería extenderse por todo el país para mejorar las condiciones de vida de la población y lograr una transformación social.
Para Mao la movilización social era el requisito necesario para el progreso técnico, y no al revés.
Se apoyó en los cuadros provinciales y locales para vencer las resistencias en el seno del comité central del partido.
Con la campaña de las Cien Flores (1956-57) intentaba atraerse a los intelectuales y a las clases no revolucionarias, permitiendo la libre expresión de sus ideas.
Pero cuando la libertad de expresión se tradujo en críticas al poder del partido y su dirigente, Mao suspendió rápidamente el experimento.
Su siguiente campaña, el Gran Salto Adelante (1957-58), pretendía multiplicar la producción agrícola e industrial, mediante vastos proyectos de colectivización.
Pero los problemas técnicos y de planificación y la retirada de las ayudas soviéticas provocaron una grave crisis económica.
Mao renunció a la presidencia de la República (1958), pero seguía al frente del partido.
Ante la creciente oposición en el seno de dicha organización, Mao comenzó a apoyarse en el ejército y en su jefe Lin Piao (1960).
En 1963 se produjo la ruptura con la URSS; la nueva situación de distensión Este-Oeste y la insistencia soviética en que China redujera su agresividad regional convencieron a Mao de que la URSS habla traicionado los principios de la revolución, y de que China debía asumir el liderazgo comunista, especialmente en el Tercer Mundo.
La necesidad de superar los desastrosos efectos del Gran Salto Adelante obligó a Mao a tolerar los planes de recuperación económica apoyados por Liu Shaoqi (nuevo presidente de la China) y Deng Xiaoping, abandonando su sueño colectivista.
Sin embargo, a partir de 1962 intentó oponerse al «desviacionismo capitalista» de las nuevas políticas.
Por ello desarrolló un Movimiento de Educación Socialista, con escaso éxito.
La ruptura entre Mao y sus críticos, encabezados Liu Shaoqi y Peng Zhen, estalló en 1965.
Desde Shangai, Mao preparó un proceso de depuración ideológica, conocido como la Revolución Cultural Proletaria.
Pretendía devolver la voz y el poder al pueblo, frente a las burocracias del partido.
Decenas de miles de Guardias Rojos, jóvenes aleccionados con la lectura del Libro rol (colección de citas de Mao publicada por primera vez en 1964) destruyeron todo indicio de burocratización y aburguesamiento en el partido y el Estado.
Este proceso sirvió también para eliminar, incluso físicamente, a todos los elementos críticos y a los que se oponían a la idea de revolución constante de Mao, o simplemente a su creciente poder personal.
El reflujo:
Pero el cuestionamiento de toda autoridad implicaba el riesgo de anarquía, y a partir de 1969 Mao se apoyó cada vez más en el ejército frente a los comités revolucionarias populares.
El IX Congreso del PCCh (abril) restableció en sus cargos a muchos de los antiguos dirigentes, aunque tendrían que compartir el poder con las nuevas fuerzas emergidas de la Revolución Cultural.
El nuevo primer ministro Chou Enlai fue el encargado de diseñar una fórmula de compromiso entre el partido, los comités revolucionarios y el ejército, que se rompería a favor del primero en 1971.
Durante esos años también se produjo una apertura al exterior, la RPCh ingresó en la ONU (1971) y Mao se entrevistó con diversos mandatarios de potencias capitalistas.
Sus últimos años estuvieron presididos por la lucha en torno a su sucesión.
Tras la muerte de Lin Piao (1971) y Chou Enlai (1976), el grupo pragmático encabezado por Deng Xiaoping logró desbancar a los radicales de la Banda de los Cuatro.
A pesar de la campaña de «desmaoización» tras la muerte del histórico dirigente (9 de septiembre de 1976), éste permanece como símbolo de la nueva China.
AMPLIACIÓN DE SU BIOGRAFÍA:
SUS ULTIMOS AÑOS: A comienzos de 1967 estaban ya definidos los objetivos políticos de la revolución: extensión de la misma a campos y fábricas, fusión de intelectuales y estudiantes con obreros y campesinos, desarrollo de una amplia democracia en el seno de las masas y crítica de la línea burguesa.
En Shanghai, los «obreros rebeldes» accedían a la toma del poder en la vida ciudadana; por todo el país hubo comités revolucionarios con esta función. Por su parte, el «centro» trató de consolidar la alianza entre «obreros rebeldes», cuadros revolucionarios y ejército popular para madurar los resultados alcanzados.
La asunción del control desde el otoño de 1968 cedió paso a nuevas oleadas de vanguardias obreras en dirección a centros escolares, administración, etc., para culminar el proceso revolucionario.
Luego de la condena y exclusión de Liu Shao-chi (octubre de 1968) tuvo lugar el IX congreso del Partido Comunista (abril de 1969), cuando las tensiones fronterizas con la URSS (río Ussari) alcanzaban mayor virulencia.
El congreso cerraba una etapa de aguda lucha antirrevisionista, pero no era el fin de la lucha de clases en la fase de transición.
Consolidado el pensamiento de Mao como eje de la revolución china, Chu En-lai cohesionó el estado y sus aparatos, mientras que Lin Piao, cuyo papel fue determinante al frente del ejército popular, fue designado por el congreso sucesor de Mao en calidad de vicepresidente del estado. Un año después intentaba, apoyado por Chen Po-ta, hacerse con la dirección del país en el pleno del comité central en Lushan (1970).
Entre este fracaso y su muerte (septiembre de 1971, al intentar huir a la URSS tras un complot abortado) se dibuja un proceso de oposición a Mao en torno a dos ejes: la recomposición de las relaciones con Estados Unidos y la preponderancia del ejército sobre el Partido.
Tras la muerte de Lin Piao, Chen Po-ta era excluido del comité central y del partido (inicios de 1972) y, en 1973, diversos dirigentes purgados durante la revolución cultural eran restituidos en sus cargos.
El X congreso (agosto de 1973) reafirmó la unidad, dañada por los acontecimientos de 1970-1971.
Pero, al mismo tiempo, preveía que las orientaciones económicas y sociales debían ser clarificadas por el Consejo consultivo político del pueblo chino y por la Asamblea nacional popular (reunida en 1975 al proclamarse la nueva constitución), una vez las conquistas de la revolución cultural en la superestructura eran confirmadas como avance en la vía socialista: derecho a la rebelión; deber de ir a contracorriente; reducción de la burocracia a su más simple expresión; ascenso de los «obreros rebeldes» a cargos de dirección del Partido.
En el IX congreso, las relaciones con la URSS estuvieron en primer plano, pero el X congreso (informe de Chu En-lai) ponía más énfasis en el llamado «tercer mundo».
El «socialimperialismo» de la URSS, adversario más temible en el plano táctico, no ocultaría, sin embargo, que Estados Unidos continúa con sus características imperialistas.
Las relaciones chino-norteamericanas parecían situarse en su justo lugar después de las visitas de Kissinger y Nixon a China (1971-1972) y del primer ministro japonés Tanaka, que dieron lugar al restablecimiento de relaciones con Estados Unidos y Japón, seguidas por todo el mundo capitalista.
China parecía entrar, desde 1970, en el juego estipulado por Estados Unidos y la URSS (potencia nuclear; ingreso en la ONU, 1971), y mantenía relaciones con regímenes fascistas (Chile) o apoyaba movimientos neocoloniales (Angola) dando argumentos a quienes creían desaparecido el internacionalismo chino de los años sesenta.
Desde la óptica china lo que ha cambiado, sin embargo, merced al fracaso del imperialismo en Asia (Vietnam; poder socialista mantenido en China; ascenso de regímenes socialistas en Camboya y Laos) es la política de Estados Unidos para mantener aislada a China del contexto internacional, con el apoyo indirecto y eventual de la URSS.
En otro sentido, utilizando las diversas contradicciones (Europa-Estados Unidos y Europa-URSS), China iría acercándose a otros países capitalistas con el fin de debilitar la política excluyente de las dos grandes potencias, merced a explotar la amenaza sobre los países situados en la denominada por Mao «zona intermedia», y siguiendo el axioma maoista acerca De las ReLaciones internacionales: «los países quieren la independencia, las naciones la liberación, y el pueblo quiere la revolución.»